Cuentos de Grimm
Los Cuentos de Hadas de los Hermanos Grimm, originalmente compilados por Jacob y Wilhelm Grimm, son una colección de relatos folclóricos intemporales que han encantado a los lectores durante siglos. Estos cuentos son un tesoro de folclore, con historias de valentía, magia y moralidad que resuenan a lo largo de las generaciones. Desde clásicos como ”Cenicienta”, ”Blanca Nieves” y ”Hansel y Gretel”, hasta joyas menos conocidas como ”El pescador y su mujer” y ”Rumpelstiltskin”, cada historia ofrece un vistazo al rico tapiz de la tradición oral europea. Los Cuentos de Hadas de los Grimm se caracterizan por sus personajes vívidos, lecciones morales y a menudo tonos oscuros, que reflejan las duras realidades y los elementos fantásticos de sus contextos históricos. Su atractivo duradero radica en su capacidad para entretener, enseñar e inspirar asombro, lo que los convierte en una piedra angular de la literatura infantil y una fuente de fascinación para los estudiosos del folclore y la narración de cuentos.
Episodes
Monday Aug 12, 2024
Monday Aug 12, 2024
Éranse dos hermanitos, un niño y una niña, que se querían tiernamente. Su madre había muerto, su madrastra los odiaba y procuraba siempre causarles todo el mal posible. Sucedió que un día estaban los dos hermanos jugando en un prado, delante de su casa, en compañía de otros niños. Y junto al prado extendíase un estanque, el cual llegaba hasta uno de los lados de la casa. Corrían los chiquillos, y jugaban a alcanzarse, y cantaban:
"Patito, quiéreme un poquito, y te daré mi pajarito. El pajarito me buscará pajita; la paja la daré a mi vaquita; la vaca me dará leche rica; la leche la daré al pastelero; el pastelero me cocerá pasteles; los pasteles los daré al gatito; el gato me cazará ratoncitos; los ratoncitos los colgaré a la espalda... ¡y te morderán!".
Y se ponían en corro, y al que le tocaba la palabra "morderán" debía echar a correr, persiguiéndole los demás hasta que lo alcanzaban. La madrastra, al verlos desde la ventana saltar tan alegremente, se enojó y, como era bruja, encantó a los dos hermanitos, convirtiendo, al niño, en pez, y a la niña, en cordero. He aquí que el pez nadaba tristemente en el estanque, y el corderillo corría por el prado, triste también, sin comer ni tocar una hierbecita. Así transcurrió algún tiempo, hasta que un día llegaron forasteros al palacio, y la malvada madrastra pensó: "Ésta es una buena ocasión", y llamó al cocinero y le dijo:- Ve al prado a buscar el cordero y mátalo, pues no tenemos nada para ofrecer a los huéspedes.Bajó el cocinero, cogió al animalito, y se lo llevó a la cocina, atado de patas; y todo lo sufrió con paciencia la bestezuela. Pero cuando el hombre, sacando el cuchillo, salió al umbral para afilarlo, reparó en un pececito que, con muestras de gran agitación, nadaba frente al vertedero y lo miraba. Era el hermanito, que, al ver que el cocinero se llevaba al corderillo, había acudido desde el centro del estanque. Baló entonces el corderillo desde arriba:
"Hermanito que moras en el estanque, mi pobre alma, dolida está y sangrante. Muy pronto el cocinero sin compasión, me clavará el cuchillo en el corazón".
Respondió el pececillo:
"¡Ay, hermanita, que me llamas desde lo alto! Mi pobre alma, dolida está y sangrante en las aguas profundas del estanque".
Al oír el cocinero hablar al corderillo y dirigir al pececito aquellas palabras tan tristes, asustóse y comprendió que no debía ser un cordero natural, sino la víctima de algún hechizo de la mala bruja de la casa.Dijo:- Tranquilízate, que no te mataré - y, cogiendo otra res, la sacrificó y guisó para los invitados. Luego condujo el corderillo a una buena campesina, y le explicó cuanto había oído y presenciado. Resultó que precisamente aquella campesina había sido la nodriza de la hermanita, y, sospechando la verdad, fue con el animalito a un hada buena. Pronunció ésta una bendición sobre el corderillo y el pececillo, y ambos recobraron en el acto su figura humana propia. Luego los llevó a una casita situada en un gran bosque, donde vivieron solos, pero felices y contentos.Este episodio llega de la mano de Podbean.com.
Monday Aug 12, 2024
Monday Aug 12, 2024
- ¿Adónde vas?- A Walpe.- Yo a Walpe, tú a Walpe; ya ves, ya ves, vámonos pues.- ¿Tienes marido? ¿Cómo se llama tu marido?- Cam.- Mi marido, Cam; tu marido, Cam; yo, a Walpe; tú, a Walpe; ya ves, ya ves, vámonos pues.- ¿Tienes un hijo? ¿Cómo se llama tu hijo?- Tiña.- Mi hijo, Tiña; tu hijo, Tiña; mi marido, Cam; tu marido, Cam; yo a Walpe; tú, a Walpe; ya ves, ya ves, vámonos pues.- ¿Tienes una cuna? ¿Cómo se llama tu cuna?- Caballito.- Mi cuna, Caballito; tu cuna, Caballito; mi hijo, Tiña; tu hijo, Tiña; mi marido, Cam; tu marido, Cam; yo a Walpe; tú, a Walpe; ya ves, ya ves, vámonos pues.- ¿Tienes un criado? ¿Cómo se llama tu criado?- Hazmelobien.- Mi criado, Hazmelobien; tu criado, Hazmelobien; tu cuna, Caballito; mi cuna, Caballito; mi hijo, Tiña; tu hijo, Tiña; mi marido, Cam; tu marido, Cam; yo, a Walpe; tú, a Walpe; ya ves, ya ves. vámonos pues.Este episodio llega de la mano de Podbean.com.
Monday Aug 12, 2024
Monday Aug 12, 2024
Una muchacha de Brakel se fue un día a la capilla de Santa Ana, más abajo de Hinnenburgo; y como suspiraba por un novio, y creía que estaba sola en la capilla, se puso a entonar la siguiente canción:
"Santa Ana querida, dame el hombre de mi vida. Ya sabes quién es: vive detrás del molino, tiene el pelo de oro fino, haz que venga por sus pies".
Pero el sacristán, que estaba detrás del altar, oyó su plegaria y con voz chillona se puso a gritar:- ¡No lo tendrás, no lo tendrás!La muchacha creyó que era la Virgen María, que estaba con su madre Ana, la que así gritaba. Y muy enfadada le dijo:- No te entremetas, tontuela. Cierra el pico y deja hablar a tu madre.Este episodio llega de la mano de Podbean.com.
Monday Aug 12, 2024
Monday Aug 12, 2024
Entre Werrel y Soest vivía un hombre que se llamaba Knoist. Tenía tres hijos, de los cuales uno era ciego; el segundo, manco, y el tercero andaba en cueros vivos. Salieron una vez al campo y vieron una liebre. El ciego la mató de un tiro; el manco la recogió, y el desnudo se la metió en el bolsillo. Llegaron luego a un río gigantesco en el que había tres barcos: uno corría; otro se hundía, y el tercero no tenía fondo; ellos subieron al que no tenía fondo y navegaron hasta un gigantesco bosque, en el que se levantaba un enorme árbol. En el árbol había una inmensa capilla, y en la capilla, un sacristán de ojaranzo y un cura de boj, los cuales distribuían el agua bendita a estacazos.
Dichoso el que meditael modo de huir de tal agua bendita.Este episodio llega de la mano de Podbean.com.
Monday Aug 12, 2024
Monday Aug 12, 2024
La India fue sitiada por el diablo, el cual se negó a levantar el cerco mientras no se le pagasen seiscientos ducados. Diose orden de pregonar que quien aportara aquella cantidad sería elegido alcalde. He aquí que un pobre pescador se hallaba a la orilla del mar, en compañía de su hijo. Llegó el diablo apoderóse del hijo y, como compensación, dio los seiscientos ducados al padre. Fue éste a entregarlos a los señores de la ciudad. Retiróse el enemigo, y el pescador fue nombrado burgomaestre. Pregonóse entonces que quien no le llamase "Señor Alcalde" sería condenado a la horca.El hijo logró escapar de manos del diablo y llegó a un gran bosque, situado en una alta montaña. Abrióse ésta y apareció un espacioso castillo encantado, donde todo - sillas, mesas y bancos - estaba tapizado de negro. Entraron luego tres princesas, vestidas de negro, y que sólo en la cara eran un poquitín blancas, y le dijeron que no se asustase, pues ningún daño le causarían. En cambio, él podía desencantarlas. Contestóles que lo haría gustoso si supiera cómo. Ellas le explicaron que por espacio de un año no debía dirigirles la palabra ni mirarlas; sólo podría pedirles lo que deseara, y ellas lo harían si les estaba permitido. Al cabo de un tiempo de permanecer el muchacho en el castillo, dijo que deseaba volver a la casa de su padre, y las princesas le respondieron que podía hacerlo. Diéronle un bolso de dinero y los vestidos que debía ponerse, y le comunicaron que tendría que estar de regreso dentro de ocho días.Sintióse el mozo arrebatado, y, en un momento, se encontró en la India. Pero no había modo de dar con su padre en su vieja choza; y, así, anduvo preguntando a la gente dónde había ido a parar el pobre pescador. Respondiéronle que no debía hablar en aquellos términos, pues, de lo contrario, lo ahorcarían. Encontró, al fin, a su padre y le dijo:- Pescador, ¿cómo habéis llegado a esto?- No debéis llamarme así - lo reprendió él -. Si se enteran los señores de la ciudad, te ahorcarán.Pero el chico no le hizo caso y fue conducido a la horca. Al llegar allí, suplicó:- ¡Oh, señores! Permitidme que vaya por última vez a la vieja choza del pescador.Cuando estuvo en ella, vistió su antigua blusa y, compareciendo de nuevo ante los personajes, dijo:- ¿No lo veis? ¿No soy el hijo del pobre pescador? En este traje he ganado el pan de mi padre y de mi madre.Reconociéronlo entonces y, pidiéndole perdón, lo llevaron con ellos a su casa, donde contó a todos sus aventuras. Cómo había llegado al bosque de una alta montaña; cómo se había abierto la montaña y entrado en un castillo encantado, en el que todo era negro, y cómo se le habían presentado tres princesas, negras de pies a cabeza, y sólo un poquito blancas en la cara. Y las princesas lo habían tranquilizado, y dicho que él podía desencantarlas. Respondió entonces su madre que todo aquello debía de ser cosa del diablo; tenía que llevarse una vela bendita y echarles en la cara cera derretida.Regresó el muchacho, y muy asustado por cierto. Vertióles sobre el rostro unas gotas de cera mientras dormían y vio que quedaban medio blancas. Incorporándose entonces bruscamente las princesas, gritáronle:- ¡Perro maldito, nuestra sangre clama venganza contra ti! ¡Ahora no existe ya en todo el mundo, ni existirá jamás, un ser humano que pueda redimirnos! Tenemos tres hermanos, que están amarrados a siete cadenas: ellos te destrozarán.Levantóse un espantoso griterío en todo el castillo; el mozo saltó por la ventana y se rompió una pierna. Hundióse el palacio en el suelo, cerróse de nuevo la montaña, y nadie supo dónde había estado.Este episodio llega de la mano de Podbean.com.
Monday Aug 12, 2024
Monday Aug 12, 2024
Érase una vez un rey que tenía un gran bosque junto a su palacio, poblado de caza de toda especie. Un día envió a un montero con encargo de matar un ciervo; pero el hombre no regresó. "Tal vez le haya ocurrido algo", pensó el Rey, y, al día siguiente, mandó a otros dos monteros en su busca; pero tampoco volvieron. Al tercer día hizo llamar a todos los monteros de la Corte, y les dijo:- Recorred todo el bosque y no cejéis hasta haber encontrado a los tres desaparecidos.Pero tampoco regresó ninguno del grupo, ni se supo nada más de los perros de la jauría que llevaban con ellos.A partir de entonces, nadie se atrevió ya a aventurarse en aquel bosque, que quedó silencioso y solitario, sólo de tarde en tarde veíase volar sobre él un águila o un azor. Así pasaron muchos años, hasta que un día presentóse al Rey un cazador forastero y, pidiéndole provisiones y vituallas, ofrecióse a penetrar en el peligroso bosque. El Rey, empero, se negó a ello, diciéndole:- Es un lugar siniestro. Me temo que no tendrás mejor suerte que los otros, y que no saldrás de él.Pero el cazador insistió:- Dejádmelo intentar por mi cuenta y riesgo, señor; yo no conozco el miedo.Y el cazador se internó en el bosque, seguido de su perro. Al poco rato, el animal venteó una pieza y se puso a perseguirla; mas apenas hubo avanzado unos pasos, encontróse ante un profundo charco, que lo obligó a detenerse. Un brazo desnudo salió del agua y, apresando al perro, sumergióse de nuevo con él. Al verlo, el cazador retrocedió en busca de tres hombres provistos de cubos, con los cuales vaciaron el agua de la charca. Cuando quedó el fondo al descubierto, apareció un individuo de aspecto salvaje, con el cuerpo bronceado como de hierro oxidado, y una cabellera que le cubría el rostro y le llegaba hasta las rodillas. Atáronlo con cuerdas y lo condujeron al palacio, donde su aspecto produjo enorme extrañeza. El Rey mandó encerrarlo en una jaula de hierro y prohibió, bajo pena de muerte, que nadie abriese la puerta, confiando la custodia de la llave a la Reina en persona. A partir de aquel momento, todo el mundo pudo transitar por el bosque sin peligro.Tenía el Rey un hijo de ocho años que, jugando un día en el patio del palacio, al tirar su pelota de oro, se le fue a caer dentro de la jaula. Corrió allí el pequeñuelo y dijo:- ¡Dame la pelota!- Antes tienes que abrirme la puerta - respondióle el prisionero.- No - replicó el niño -, no haré tal cosa; el Rey lo ha prohibido - y escapó corriendo. Al día siguiente volvió a reclamar su pelota, y el hombre insistió:- ¡Ábreme la puerta! -; mas el pequeño no quiso.Al tercer día, habiendo salido el Rey de caza, volvió a la carga el rapaz y le dijo:- Aunque lo quisiera, no podría abrir la puerta; no tengo la llave.Replicóle entonces el salvaje- Está debajo de la almohada de tu madre; allí la encontrarás.El niño, deseoso de recuperar su juguete, acalló todos los reparos y fue a buscar la llave. Abrióse la puerta pesadamente, y el pequeño se cogió los dedos en ella. Salió el salvaje, y después de devolver la pelota al principito, apresuróse a huir. Pero al chiquillo le entró miedo, y, rompiendo a llorar, lo llamó:- ¡Salvaje, no te marches! Si te escapas, me pegarán.Retrocedió el fugitivo y, cargándose al pequeño en hombros, corrió a esconderse en el bosque.Al regresar el Rey y ver vacía la jaula, preguntó a la Reina qué había ocurrido. Pero ella no sabía nada. Subió a buscar la llave, y no la encontró. Llamó al niño, pero no le respondió nadie. Entonces el Rey envió gente a los alrededores en busca de su hijo; mas todos regresaron sin noticias de él. No era difícil adivinar lo ocurrido, y la Corte fue presa de una gran aflicción. Mientras tanto, el salvaje había vuelto a su tenebroso bosque. Bajó al pequeñuelo de su hombro y le dijo:- No volverás a ver a tu padre ni a tu madre; pero te guardaré a mi lado, pues me has devuelto la libertad y te tengo lástima. Si haces cuanto te diga, lo pasarás muy bien. Poseo más oro y riquezas que nadie en el mundo.Preparó para el muchachito un lecho de musgo, y la criatura no tardó en dormirse. Al día siguiente, el hombre lo condujo al borde de un manantial y le dijo:- ¿Ves? Esta fuente de oro es límpida y clara como cristal; siéntate en la orilla y ten cuidado de que no caiga nada en ella, pues quedaría impura. Todos los días, al atardecer, vendré a comprobar si has cumplido mi orden.Sentóse el niño al borde del manantial y pudo ver que de vez en cuando aparecía en sus aguas un pez o una serpiente oro, mientras él vigilaba que no cayese nada en ellas. Hallándose así sentado, de pronto sintió en el dedo un dolor tan intenso que, maquinalmente, lo sumergió en el agua. Aunque lo retiró en seguida, le quedó dorado; y por más que hizo no pudo borrar el oro.Al anochecer, presentóse el hombre de hierro y, mirando al niño, le preguntó:- ¿Qué le ha pasado a la fuente?- Nada, no le ha pasado nada - respondió el pequeño, escondiendo la mano en la espalda para que no le viese el dedo. Pero el hombre le dijo:- Has metido el dedo en el agua. Por esta vez te perdono; mas guárdate de volver a meter nada en ella.A la mañana siguiente, el chiquillo reanudó su guardia al borde del manantial. El dedo le dolía de nuevo, y él se lo restregó en la cabeza; pero tuvo la desgracia de que le cayese un cabello al agua, y aunque se dio prisa en sacarlo, estaba ya completamente dorado. Al llegar el hombre de hierro, ya sabía lo ocurrido.- Has dejado caer un pelo en el agua - le dijo -. Otra vez te lo perdono. Pero si vuelve a suceder, la fuente quedará mancillada, y no podrás seguir viviendo conmigo,Al tercer día, el muchachito estaba junto a la fuente sin mover el dedo, aunque le dolía mucho. Como el tiempo se le hacía largo, quiso mirarse en el espejo de la fuente, y, al inclinar la cabeza para verse bien la cara, sus largos cabellos, que le llegaban a los hombros, se le mojaron en el agua, y, aunque los retiró inmediatamente, salieron dorados y brillantes como el sol. Ya podéis imaginar el espanto del pobre niño. Tomó el pañuelo y se lo arrolló en la cabeza para que el hombre de hierro no lo viese.Pero cuando éste vino, ya lo sabía todo y dijo:- ¡Quítate el pañuelo! - y aparecieron los dorados bucles. Intentó disculparse el pequeño, pero de nada le sirvió.- No has superado la prueba, y no puedes seguir aquí. Márchate a correr mundo. Así sabrás lo dura que es la pobreza. Pero como tienes buen corazón, y yo quiero tu bien, te concederé un favor. Cuando te encuentres en un apuro, corre al bosque y grita: "¡Juan de hierro!". Acudiré en tu auxilio. Mi poder es grande, mayor de lo que tú crees, y tengo oro y plata en abundancia.El principito salió del bosque y se puso en marcha, por caminos trillados y no trillados, hasta que al fin llegó a una gran ciudad. Buscó en ella trabajo, pero no pudo encontrarlo, pues nada le habían enseñado para ganarse el sustento. Finalmente, presentóse en el palacio del Rey y preguntó si lo querían como criado. La gente de la Corte no sabía qué hacer de él; pero como les resultó simpático, le permitieron quedarse. Al fin, el cocinero lo tomó a su servicio, diciendo que podría ir por leña y por agua y recoger las cenizas.Un día en que estaban ausentes los camareros, el cocinero le mandó que sirviese la comida a la mesa real; pero el chiquillo, no queriendo que se viese su cabellera de oro, dejóse puesto el casquete. Al Rey nunca le había ocurrido una cosa semejante y le dijo:- Cuando te presentes a servir la mesa real debes descubrirte.- ¡Oh, Señor! - justificóse el niño -, no me atrevo, pues tengo tiña.El Rey mandó llamar al cocinero y le riñó por haber tomado a su servicio a aquel chiquillo, ordenándole que lo despidiese en el acto. El cocinero, sin embargo, apiadándose del pequeño, lo cambió por el mozo del jardinero.Desde entonces, el muchacho hubo de pasarse las horas en el jardín, plantando y regando, cavando y azadonando, expuesto al viento y a la intemperie. Un día de verano en que estaba trabajando solo, el calor era tan tórrido que se quitó el casquete para que le diese el aire. Al reflejarse los rayos del sol en su cabello, el brillo y centelleo de éste fue a proyectarse en la habitación de la princesa. Ésta saltó de la cama para averiguar de dónde venía el reflejo. Viendo al chiquillo, le gritó:- ¡Muchacho, tráeme un ramo de flores!Apresuróse él a ponerse de nuevo el casquete y, cogiendo unas flores silvestres, hizo de ellas un ramillete. Cuando subía la escalera para llevárselo a la princesa, encontróse con el jardinero.- ¿Cómo se te ocurre llevar a la princesa un ramo de flores tan vulgares? - riñóle el hombre. Vuelve al jardín, deprisa, y elige las más raras y bellas.- No - respondió el pequeño -. Las silvestres huelen mejor y le gustarán más.Al entrar en la habitación, díjole la hija del Rey:- Quítate el sombrero. No puedes presentarte ante mí con la cabeza cubierta.Pero él volvió a justificarse como la vez anterior:- No puedo, tengo tiña.La doncella le quitó el casquete con un gesto brusco, y la dorada cabellera se le soltó sobre los hombros, y era tan bonita que daba gloria verla. Quiso escapar el niño; pero ella lo retuvo, cogiéndolo del brazo, y le dio un puñado de ducados. El niño, que no hacía ningún caso del dinero, fue a entregar las monedas al jardinero:- Las regalo a tus hijos para que jueguen con ellas - le dijo.A la mañana siguiente volvió a mandarle la princesa que le trajese un ramillete de flores del campo, y, cuando se presentó con él, quiso quitarle también el sombrerito; pero el muchacho lo mantuvo sujeto con ambas manos. Diole ella otro puñado de ducados, que el niño regaló al jardinero para sus hijos, como la víspera. La misma escena repitióse el tercer día. La princesa no pudo quitarle el casquete, y el chiquillo no quiso guardarse el dinero.Al poco tiempo, el país entró en guerra. El rey convocó a sus tropas, dudando de si podría resistir al enemigo, que era muy poderoso y tenía un ejército inmenso. Dijo entonces el mozo jardinero:- Ya soy mayor y quiero ir a la guerra. Dadme un caballo.Los otros echándose a reír, le replicaron:- Cuando hayamos partido, te lo buscas. Te dejaremos uno en el establo.Y, efectivamente, cuando ya hubo marchado la tropa, bajó él a la cuadra y sacó de ella al animal, que era cojo de una pata y avanzaba renqueando. Montó en él, a pesar de todo, dirigiéndose al tenebroso bosque y, al llegar a la orilla, gritó por tres veces: "¡Juan de hierro!", tan fuertemente, que su voz resonó a través de los árboles.Enseguida se presentó el salvaje y le preguntó:- ¿Qué quieres?- Quiero un buen corcel, pues voy a la guerra.- Lo tendrás, y más aún de lo que pides.El salvaje volvió a internarse en el bosque, y al poco rato salía de él un mozo de cuadra conduciendo un hermoso caballo que resoplaba por las narices y parecía indómito. Detrás venía una hueste de tropas con armaduras de hierro y espadas que centelleaban al sol. El muchacho entregó al mozo de cuadra su cojo jamelgo y, montando el brioso corcel, púsose al frente de la tropa. Al aproximarse al campo de batalla, buena parte del ejército del Rey había caído ya, y el resto estaba a punto de darse a la fuga. Atacó entonces el joven con sus guerreros, y, cargando sobre el enemigo como un huracán, derribó cuanto se oponía a su paso. Las tropas adversarias trataron de huir, pero el joven se lanzó en su persecución y las aniquiló. Luego, en vez de dirigirse al Rey, condujo a su hueste al bosque, por caminos desviados, y llamó de nuevo a Juan de hierro.- ¿Qué quieres? - preguntó el salvaje.- Quédate con tu corcel y tu hueste, y devuélveme mi caballo cojo.Hízose como pedía, y el muchacho emprendió el regreso al palacio montado en su rocín.Cuando el Rey llegó a la Corte, salió su hija a recibirlo y lo felicitó por su victoria.- No he sido yo el vencedor - respondióle el Rey -, sino un caballero desconocido que acudió en mi ayuda al frente de sus tropas.Quiso la princesa saber quién era el tal caballero, pero su padre lo ignoraba.- Lo único que puedo decirte - añadió - es que se lanzó en persecución del enemigo, y ya no lo he vuelto a ver.Ella fue al jardinero a preguntarle por su ayudante, y el hombre, echándose a reír, dijo:- Acaba de llegar en su jamelgo cojo, y todo el mundo lo ha recibido con burlas, exclamando: "¡Ahí viene nuestro héroe!". Y al preguntarle: "¿Dónde estuviste durmiendo durante la pelea?", él ha replicado: "He hecho una buena labor; sin mí, lo habríais pasado mal". Y todos han soltado la carcajada.Dijo el Rey a su hija:- Quiero organizar una gran fiesta que dure tres días y tú arrojarás una manzana de oro. Tal vez se presente el desconocido.Cuando anunciaron la fiesta, el mozo se fue al bosque y llamó a Juan de hierro.- ¿Qué quieres? - preguntóle éste.- Ser yo quien coja la manzana de oro de la princesa.- Puedes darla por tuya - respondió Juan de hierro -. Te daré una armadura roja y montarás un brioso alazán.Al llegar la fecha señalada apareció el mozo al galope, y situándose entre los restantes caballeros, no fue reconocido por nadie. Adelantóse la princesa y arrojó una manzana de oro. Nadie la cogió sino él, pero no bien la tuvo en su poder, escapó a toda velocidad. Al segundo día, Juan de hierro le dio una armadura blanca y un caballo del mismo color. Nuevamente se apoderó de la manzana, y otra vez se alejó con ella sin perder momento.Irritóse el Rey y dijo:- Esto no está permitido; debe presentarse y decir su nombre.Y dio orden de que, si volvía a comparecer el caballero de la manzana, se le persiguiese si intentaba escapar, y se le diese muerte si se negaba a obedecer.El tercer día Juan de hierro le proporcionó una armadura y un caballo negro, y él volvió a quedarse con la manzana. Al huir con ella, persiguiéronle los hombres del Rey, llegando uno tan cerca, que lo hirió en una pierna con la punta de la espada. No obstante, el caballero logró fugarse; pero eran tan formidables los saltos que pegaba su caballo, que cayéndosele el yelmo, sus perseguidores pudieron ver que tenía el cabello dorado. Al regresar a palacio se lo explicaron al Rey.Al día siguiente, la princesa preguntó al jardinero por su ayudante.- Está en el jardín, trabajando. Es un mozo muy raro. Estuvo en la fiesta y no regresó hasta ayer. Además, enseñó a mis niños tres manzanas de oro que había ganado.El Rey lo hizo llamar a su presencia, y el muchacho se presentó, pero también sin descubrirse. Mas la princesa se le acercó, le quitó el sombrero, con lo cual la cabellera le cayó en dorados bucles por encima de los hombros, apareciendo el muchacho tan hermoso, que todos los presentes se pasmaron.- ¿Fuiste tú el caballero que estuvo los tres días en la fiesta, cada uno con diferente armadura, y ganaste las tres manzanas de oro? - preguntó el Rey.- Sí - respondió el mozo -, y ahí están las manzanas - y, sacándolas del bolsillo, las alargó al Rey -. Y si todavía queréis más pruebas, podéis ver la herida que me causaron vuestros hombres al perseguirme. Y también soy yo el caballero que os dio la victoria sobre vuestros enemigos.- Si realmente puedes realizar semejantes hazañas, no has nacido para mozo de jardín. Dime, ¿quién es tu padre?- Mi padre es un Rey poderoso, y, en cuanto a oro, lo tengo en abundancia, todo el que quiero.- Bien veo - dijo el Rey - que estoy en deuda contigo. ¿Puedo pagártelo de algún modo?- Sí - contestó el mozo -, sí podéis: dadme por esposa a vuestra hija.Echóse a reír la princesa y dijo:- ¡Éste no se anda con cumplidos! Ya había notado yo en su cabellera dorada que no era un ayudante de jardinero - y, acercándosele, le dio un beso.A la boda estuvieron presentes sus padres, locos de alegría, pues habían ya perdido toda esperanza de volver a ver a su hijo querido. Y cuando ya se habían sentado a la espléndida mesa, cesó de repente la música, se abrieron las puertas y entró un rey de porte majestuoso, seguido de un gran séquito. Se dirigió al príncipe, lo abrazó y le dijo:- Yo soy Juan de hierro. Me habían hechizado, transformándome en aquel hombre salvaje; pero tú me has redimido. Tuyos son todos los tesoros que poseo.Este episodio llega de la mano de Podbean.com.
Monday Aug 12, 2024
Monday Aug 12, 2024
Una mujer estaba en el prado cortando hierba con su hija y su hijastra. Se les presentó Dios Nuestro Señor en figura de mendigo y les preguntó:- ¿Cuál es el camino que lleva al pueblo?- Si queréis saberlo - respondióle la madre -, buscadlo vos mismo.Y la hija añadió:- Si tenéis miedo a perderos, llevad un guía.Pero la hijastra dijo:- Pobre hombre, yo os acompañaré. Venid conmigo.Enojóse Nuestro Señor con la madre y la hija y, al volverles la espalda, las maldijo, condenándolas a ser negras como la noche y feas como el pecado. En cambio, se mostró piadoso con la pobre hijastra y, al llegar con ella cerca del pueblo, la bendijo, diciéndole:- Elige tres gracias y te las concederé.Respondió la muchacha:- Quisiera ser hermosa y pura como el sol - e inmediatamente quedó blanca y bella como la luz del día -. En segundo lugar quisiera tener un bolso de dinero que nunca se vaciase -. Y Nuestro Señor se lo dio, advirtiéndole:- No te olvides de lo mejor.Y respondió ella:- Como tercera gracia pido la gloria del cielo para después de mi muerte.Otorgósela también Nuestro Señor y se despidió de ella.Cuando, al llegar a casa, la madre vio que ella y su hija eran negras como el carbón y horriblemente feas, mientras que la hijastra era blanca y hermosa, la perversidad de su corazón creció todavía, y ya no tuvo más afán que el de atormentar a la muchacha. Pero ésta tenía un hermano, llamado Reginer, a quien quería en extremo, y le contó lo sucedido. Entonces le dijo Reginer:- Hermana mía, quiero hacerte un retrato para tenerte constantemente ante mi vista, pues te quiero tanto que quisiera estar viéndote en todo momento.- Bien - le contestó ella -, pero te ruego que no muestres el retrato a nadie.Pintó él a su hermana y colgó el cuadro en su habitación del palacio real, pues servía en él de cochero. Todos los días se paraba a contemplarlo, y daba gracias a Dios por haberle concedido tal hermana.Sucedió que el Rey, a cuyo servicio estaba el mozo, había perdido a su esposa, la cual había sido tan hermosa que no se encontraba otra igual, y aquella pérdida tenía sumido al Monarca en honda tristeza. Los criados de palacio, al observar que el cochero se pasaba largos ratos absorto en la contemplación de su hermoso cuadro, llenos de envidia, lo delataron al Rey. Éste mandó que le trajesen el retrato, y al ver su parecido con su difunta esposa y que la superaba aún en belleza, se enamoró perdidamente de la muchacha representada en el cuadro. Llamó al cochero y le preguntó de quién era el retrato; el mozo le dijo que era su hermana. Entonces decidió el Rey que se casaría con ella y con ninguna otra, y, dando al cochero una carroza y caballos, así como magníficos vestidos de oro, lo envió en busca de su elegida.Al llegar Reginer con la embajada, su hermana sintió una gran alegría, pero la negra hermanastra, celosa de su fortuna, irritóse en extremo y dijo a su madre:- ¿De qué me sirven todas vuestras artes si no sois capaz de proporcionarme una suerte así?- Tranquilízate - respondió la vieja -, ya cuidaré de tu felicidad.Y con sus brujerías enturbió los ojos del cochero, hasta dejarlo medio ciego, mientras volvía medio sorda a su hijastra. Subieron luego al coche, primero la novia, con sus espléndidos vestidos reales, después la madrastra y su hija, mientras Reginer ocupaba el pescante. Al cabo de un rato de marcha, dijo el cochero:"Tápate, hermanita; no te moje la lluviani te cubra de polvo el viento,para presentarte hermosa ante el Rey".Preguntó la novia:- ¿Qué dice mi querido hermano?- ¡Ay! - replicó la vieja -, ha dicho que te quites el vestido dorado y lo des a tu hermana.Quitóselo ella y lo pasó a la negra, la cual le entregó su ordinaria blusa gris. Y prosiguieron hasta que, poco tiempo después, volvió a decir el hermano:"Tápate, hermanita;no te moje la lluviani te cubra de polvo el viento,para presentarte hermosa ante el Rey".Preguntó la novia:- ¿Qué dice mi querido hermano?- ¡Ay! - respondió la vieja -, ha dicho que te quites la dorada cofia y la des a tu hermana.Quitóse ella la cofia y la pasó a la negra, quedándose ella destacada. Y siguieron adelante, hasta que, transcurrido otro rato, repitió el hermano:"Tápate, hermanita;no te moje la lluviani te cubra de polvo el viento,para presentarte hermosa ante el Rey".Preguntó la novia:- ¿Qué dice mi querido hermano?- ¡Ay! - respondió la vieja -, ha dicho que te asomes a la ventanilla del coche. En aquel momento estaban cruzando un puente, tendido sobre un profundo río. Al levantarse la muchacha y asomarse por la ventana, las otras dos le dieron un empujón y la arrojaron al agua. Al hundirse en el lecho del río, levantóse de su superficie un pato blanco, como la nieve, que se puso a nadar, siguiendo la corriente.El hermano no había visto nada de lo sucedido y siguió conduciendo el coche hasta llegar a palacio. Presentó al Rey la muchacha negra, confundiéndola con su hermana, pues estaba medio ciego y sólo veía el brillo del vestido. Al contemplar el Rey la extrema fealdad de su presunta novia, enojóse sobremanera y ordenó que echasen al cochero a un foso lleno de víboras y otras alimañas ponzoñosas. La vieja bruja, empero, supo, con sus malas artes, deslumbrar al Rey hasta el punto de que, no solamente las toleró a su lado, a ella y a su hija, sino que incluso acabó casándose con ésta.Un atardecer en que la negra esposa estaba sentada sobre las rodillas del Rey, llegó, nadando, al fregadero de la cocina un pato blanco y dijo al pinche:"Jovencito, enciende fuego,para que pueda calentarme luego".Hízolo así el mozo y encendió fuego en el hogar. El pato se acercó, sacudióse y se alisó las plumas con el pico; y, mientras así se acicalaba, preguntó:"¿Qué hace mi hermano Reginer?".Contestó el pinche:"Yace en una cárcel tenebrosa, entre víboras de lengua ponzoñosa".Siguió el ave preguntando:"¿Qué hace la bruja negra en la casa?".Y respondió el mozo:"En brazos del Rey reposa;del Rey, de quien es la esposa".Exclamó el pato:"¡Dios tenga piedad!",y, nadando, se alejó del fregadero.Volvió al anochecer del siguiente día, repitiendo las mismas preguntas, y lo mismo el día tercero. El ayudante de cocina, incapaz de callarse por más tiempo, fue a dar cuenta al Rey de lo que sucedía. Éste quiso cerciorarse por sí mismo, y aquella noche bajó a la cocina. Cuando el pato asomó la cabeza por el fregadero, se la cortó en redondo de un sablazo, y en el mismo instante quedó transformado en la bellísima doncella del retrato que su hermano había pintado. Tuvo el Rey una inmensa alegría, y como la muchacha estaba completamente mojada, mandó traer ropas preciosas y vestirla con ellas. Entonces la joven le contó como había sido víctima de la falacia y la traición de los suyos, que habían acabado arrojándola al río; y lo primero que pidió fue la libertad de su hermano. Fue sacado éste del foso de las serpientes, y luego el Rey, dirigiéndose al aposento ocupado por la bruja, preguntó a ésta: "¿Qué merece quien haya hecho tal y tal cosa?", diciéndole de lo que se trataba. Estaba la vieja tan ofuscada que, sin caer en la cuenta, respondió:- Merece que se le encierre desnuda en un barril erizado de clavos, se enganche un caballo al barril y se lance el animal al trote.La sentencia se cumplió en ella y en su negra hija, mientras el Rey se desposaba con la blanca y bellísima muchacha, y recompensaba a su fiel hermano, colmándolo de riquezas y honores.Este episodio llega de la mano de Podbean.com.
Monday Aug 12, 2024
Monday Aug 12, 2024
En remotos tiempos vivía una anciana reina, que era, además, hechicera. Tenía una hija tan hermosa como no se habría encontrado otra bajo el sol. La vieja sólo pensaba en hallar medios para perder a los hombres, y cada vez que llegaba un pretendiente, decíale que quien aspirase a casarse con su hija, debía antes realizar un trabajo, y si no lo lograba, tenía que morir. Muchos lo habían intentado, deslumbrados por la belleza de la muchacha, pero ninguno consiguió jamás realizar lo que la vieja exigiera de él, y, así, fueron decapitados sin piedad.Mas cierto príncipe, enterado de la gran hermosura de la doncella, dijo a su padre:- Permitidme que vaya a pretenderla.- De ninguna manera - respondióle el Rey -. Si lo hicieses, correrías a tu muerte.Enfermó el hijo gravemente y estuvo siete años entre la vida y la muerte, sin que los médicos encontraran remedio a su mal. Al ver su padre que no había esperanza, lleno el corazón de tristeza, le dijo:- Vete, pues, a probar suerte. Ya no sé qué más hacer.Al oír el hijo estas palabras, levantóse del lecho completamente sano y se puso enseguida en camino.Sucedió que, cabalgando por un erial, vio desde lejos que sobresalía del suelo un bulto semejante a un montón de heno, y al acercarse pudo comprobar que se trataba de la barriga de un individuo que se hallaba echado en aquel lugar; una barriga que era como una montañita. Al ver al caballero, incorporóse el gordo y le dijo:- Si necesitáis un criado, tomadme a vuestro servicio. Respondióle el príncipe:- ¿Qué haría yo con un hombre tan voluminoso? - ¡Oh! - exclamó el gordo -. Esto no es nada; si me despliego del todo, puedo ser tres mil veces más gordo.- En este caso - dijo el príncipe -, tal vez puedas servirme. Vente conmigo.Y el gordo se marchó con el hijo del Rey. Al cabo de un rato encontráronse con otro sujeto que, tendido en el suelo, mantenía una oreja aplicada contra la hierba. Preguntóle el príncipe:- ¿Qué estás haciendo ahí?- Escucho - contestó el otro.- ¿Y qué escuchas con tanta atención?- Escucho lo que está ocurriendo en estos momentos en el mundo, pues nada escapa a mi oído; incluso oigo crecer la hierba.Díjole el príncipe:- Dime, ¿qué oyes en la Corte de la vieja reina, madre de aquella hermosa doncella?- Oigo el zumbido de una espada que está cortando la cabeza de un pretendiente - le respondió él.- Tal vez puedas servirme - exclamó el príncipe -. Vente conmigo.Siguieron adelante, y de pronto divisaron dos pies y parte de unas piernas, pero no el resto. Al cabo de un buen trecho encontraron el tronco, y luego, la cabeza.- ¡Caramba! - exclamó el príncipe -. ¡Vaya hombre largo! - ¡Oh! - respondió el largo -. Esto no es nada. Cuando estiro del todo las piernas, soy tres mil veces más alto que la montaña más elevada de la Tierra. Os serviría gustoso si me quisierais emplear.- Sígueme - dijo el príncipe -. Tal vez puedas servirme.Avanzaron otro trecho y observaron que al borde del camino había sentado un hombre con los ojos vendados. El príncipe le dijo:- ¿Tienes, acaso, los ojos enfermos, y te los daña la luz?- No - respondió el hombre -. No puedo quitarme la venda, pues todo aquello que ven mis ojos vuela en pedazos. Tal es la fuerza de mi mirada. Si en algo puedo serviros, lo haré con gusto.- Ven conmigo - respondióle el príncipe -. Tal vez puedas servirme.Y, siguiendo adelante, dieron con otro individuo que, a pesar de estar tumbado bajo un sol tórrido, tiritaba y tenía el cuerpo helado y todos los miembros ateridos.- ¿Cómo es posible que tengas frío - le dijo el príncipe con este sol que está cayendo?- ¡Oh! - respondió el desconocido -. Mi naturaleza es especial. Cuanto más calor hace, más frío tengo, y el hielo penetra por todos mis huesos; y cuanto más frío hace, más calor tengo. Y, así, en medio del hielo me derrito de calor, y dentro del fuego me hielo.- Como raro, lo eres - dijo el príncipe -; pero si quieres servirme, sígueme.Y, un poco más lejos, vieron a otro hombre que estaba de pie y, estirando el cuello, miraba a su alrededor en dirección de las montañas.- ¿Qué miras con tanta atención? - preguntóle el hijo del Rey.- Es tan penetrante mi mirada - dijo el hombre -, que puedo ver a través de bosques y campos, y más allá de montes y valles, hasta los confines del mundo.Díjole el príncipe:- Si te apetece, ven conmigo. Necesito un hombre como tú.Y he aquí que el príncipe, acompañado de sus seis servidores, llegó a la ciudad donde vivía la vieja reina. Sin darse a conocer de ella, le dijo:- Si queréis otorgarme la mano de vuestra hermosa hija, estoy dispuesto a realizar lo que me mandéis.Alegre la hechicera al ver que un joven tan apuesto caía en sus redes, respondióle:- Te señalaré tres trabajos. Si los llevas a buen término, serás señor y esposo de mi hija.- ¿Cuál es el primero? - preguntó el príncipe.- Debes traerme el anillo que se me cayó en el Mar Rojo.Fuese el joven a sus criados y les dijo:- El primer trabajo no es fácil. Se trata de pescar un anillo del Mar Rojo. ¡A ver cómo os ingeniáis!Respondió, entonces, el de mirada penetrante:- Voy a ver si lo localizo - y, nadando al fondo del mar, dijo -: Está sobre una roca puntiaguda.Intervino el largo, y declaró -: Yo lo sacaría, si pudiese verlo.- ¡Si no es más que eso! - exclamó el gordo; y, tendiéndose en el suelo, empezó a sorber las olas, como si se precipitasen en un abismo, y se bebió todo el mar, dejándolo seco como un prado. El largo, agachándose un poco, cogió el anillo con la mano. Contento el príncipe al verse en posesión de la joya, fue a entregársela a la Reina, la cual la recibió con asombro, diciendo:- Sí, éste es el anillo. Has resuelto el primer trabajo; pero ahora viene el segundo. En aquel prado que allí ves, delante del palacio, pacen trescientos bueyes gordos: debes comértelos con piel y pelo, huesos y cuernos. Y abajo, en la bodega, tengo trescientos barriles de vino: tendrás que bebértelos. Y ten presente que si dejas un solo pelo de los bueyes o una sola gota del vino, pagarás con la vida. Preguntó el príncipe:- ¿No podría tener invitados? Sin compañía, no apetece comer.La vieja respondió, con una risa maligna:- Te permito que lleves un invitado para que te acompañe, pero sólo uno.Regresó el príncipe junto a sus servidores y dijo al gordo: - Hoy serás mi compañero de mesa, y comerás hasta saciarte.Y el gordo se desplegó y se comió los trescientos bueyes, sin dejar un pelo de ellos; y aún preguntó si aquello era todo lo que había como desayuno. En cuanto al vino, se lo bebió desde los mismos bocoyes, sin necesidad de vaso, y sin dejar una sola gota desde la espita para abajo. Terminado el banquete, fue el hijo del Rey a comunicar a la vieja que quedaba efectuado el segundo trabajo.Admiróse ella y le dijo:- Hasta ahora, nadie había llegado tan lejos; pero te queda aún otro cometido - y pensaba: "No te escaparás. Tu cabeza caerá" -. Esta noche - prosiguió - llevaré a mi hija a tu habitación. Deberás rodearla y sujetarla con tu brazo; y guárdate muy bien de dormirte mientras estéis así juntos. Yo iré a las doce en punto, y si no la encuentro en tus brazos, estás perdido.Pensó el príncipe: "Esto es fácil. Ya cuidaré yo de mantener los ojos abiertos". Con todo, llamó a sus criados y, después de darles cuenta de lo que le dijera la vieja, añadió:- ¡Quién sabe qué treta prepara! Conviene precaverse. Vigilad, pues, y cuidad de que la muchacha no salga de mi habitación.Al cerrar la noche, presentóse la hechicera con su hija, a la que dejó en brazos del príncipe. Entonces el largo se estiró en círculo en torno a los dos, y el gordo púsose en la puerta, tapándola de manera que no pudiese pasar por ella un alma viviente. La pareja permaneció sentada, sin que la muchacha pronunciase ni una sola palabra. Pero la luna, entrando por la ventana, iluminaba su maravillosa hermosura. El doncel no hacía sino contemplarla, extasiado de gozo y de amor, sin sentir el menor cansancio en los ojos. Duró la cosa hasta las once; pero entonces la bruja los hechizó a todos, de modo que se quedaron dormidos, y, en el acto, fue arrebatada la princesa.Siguieron dormidos profundamente hasta las doce menos cuarto, en que, perdiendo el hechizo su fuerza, despertaron todos.- ¡Qué terrible desgracia! - exclamó el hijo del Rey -. ¡Ahora sí que estoy perdido!Sus fieles criados prorrumpieron también en lamentaciones; pero el del fino oído, dijo:- ¡Callaos, que voy a escuchar! -. Y, al cabo de un momento de silencio -: Está en una roca, a trescientas horas de aquí, llorando su muerte. ¡Sólo tú puedes remediarlo, largo! Si te das prisa, en dos pasos estás allí.- Sí - respondió el larguirucho -, pero el de la mirada intensa debe acompañarme, para hacer saltar la roca.Subió el de los ojos vendados a hombros del largo, y en un santiamén estuvieron junto a la roca encantada. El largo quitó la venda de los ojos del otro, y bastó una mirada de éste para que la roca volara en mil pedazos. Cogió entonces el largo en brazos a la princesa, y en un instante la llevó al palacio. Luego volvió a recoger a su compañero, y antes de dar las doce se hallaban todos reunidos y de excelente humor. Al sonar las campanadas se presentó la vieja hechicera con semblante irónico, como diciendo: "¡Ya es mío!", convencida de que su hija se encontraba a trescientas horas de allí. Pero, al verla en brazos del príncipe, exclamó con acento de terror:- ¡Éste es más poderoso que yo!Pero ya no pudo objetar nada, y no tuvo más remedio que otorgarle a la muchacha. Sin embargo, dijo a ésta al oído:- ¡Qué vergüenza para ti, tener que obedecer a gente ordinaria, sin poder elegir un marido de tu gusto!Aquellas palabras excitaron la ira en el orgulloso corazón de la doncella, la cual no pensó ya sino en vengarse. Así, a la mañana siguiente mandó reunir trescientas cargas de leña, y dijo al príncipe que, si bien había efectuado los tres trabajos, no se casaría con él mientras alguien no se ofreciese a subirse a la pira y mantenerse en ella mientras ardiera. Ni por un momento imaginó que ninguno de sus criados quisiera morir abrasado por él, y sí, en cambio, que él mismo, por su amor, subiría a la hoguera. De esta forma moriría y la dejaría libre.Pero los criados dijeron:- Todos hemos contribuido en algo. Sólo el friolero no ha hecho nada. Ahora le toca a él - y, subiéndolo a la pira, prendieron fuego a la leña. Empezó ésta a arder, y siguió ardiendo por espacio de tres días, hasta que toda la madera quedó consumida. Y al extinguirse las llamas apareció el hombre entre las cenizas, tiritando como una hoja de árbol y diciendo:- En mi vida había pasado tanto frío. ¡Si dura un poco más, me quedo helado!Ya no había escapatoria, y la hermosa doncella no tuvo más remedio que aceptar por marido al desconocido joven. Cuando ya se dirigían a la iglesia, exclamó la vieja:- ¡No puedo tolerar esta vergüenza! - y envió a su ejército con orden de aniquilar cuanto se opusiera a su paso y rescatar a la princesa.Pero el del oído fino se había enterado de los secretos discursos de la vieja.- ¿Qué hacemos? - preguntó el gordo. Y éste encontró pronto un remedio: Escupiendo detrás del coche parte del agua del mar que se había tragado, inmediatamente se formó un gran lago, en el que quedó detenido el ejército perseguidor, ahogándose en su totalidad. Al saberlo la hechicera, despachó a la caballería, pero el oidor, percibiendo el ruido de las armaduras, quitó la venda de los ojos de su compañero, el cual, con una sola mirada penetrante, hizo añicos toda la tropa, como si fuese de cristal. Ya pudieron seguir sin más estorbos y, una vez el cura hubo pronunciado su bendición sobre la pareja, los seis criados se despidieron, diciendo a su amo:- Vuestros deseos han quedado cumplidos, y, puesto que ya no nos necesitáis, seguiremos nuestro camino en busca de fortuna.A cosa de media hora del Palacio había una aldea, y en sus afueras, un porquerizo guardaba su manada. Al llegar cerca de allí, dijo el joven a su esposa:- ¿Sabes quién soy? No soy un príncipe, sino un porquero, y aquel que guarda la manada es mi padre. Debemos ir a ayudarle en su trabajo.Luego se apeó con ella en la posada y, en secreto, dijo a los dueños que durante la noche quitasen a la princesa sus vestidos reales. Al levantarse, a la mañana siguiente, la muchacha se encontró con que no tenía nada que ponerse, y la ventera le proporcionó una vieja falda y unas medias de lana, como si le hiciese un gran obsequio, diciéndole:- Si no es por vuestro marido, no os habría dado nada.Persuadida la princesa de que su esposo era realmente un porquerizo, lo ayudó a guardar el ganado, pensando: "Me lo tengo bien merecido, por insolente y orgullosa". Duró aquella situación ocho días, al cabo de los cuales la joven no podía ya resistir, pues tenía los pies completamente llagados. Llegaron entonces unas personas, que le preguntaron si sabía quién era su marido.- Sí - respondió ella -, es el hijo del porquero, y acaba de salir para vender una pequeña partida de cintas y galones.Dijéronle los forasteros:- Venid con nosotros; os acompañaremos junto a él - y la condujeron al palacio. Al entrar la princesa en el salón, vio a su esposo en sus vestiduras reales. Pero no lo reconoció hasta que él, abrazándola y besándola, le dijo:- Yo he sufrido mucho por ti -, por eso, también tú habías de sufrir algo por mí.Celebróse entonces la boda, y... ¡no me hubiera gustado poco estar allí!Este episodio llega de la mano de Podbean.com.
Monday Aug 12, 2024
Monday Aug 12, 2024
Érase una vez un rey que tenía doce hijas, a cual más hermosa. Dormían todas juntas en una misma sala, con las camas alineadas, y por la noche, a la hora de acostarse, el Rey cerraba la puerta con llave y corría el cerrojo. Mas por la mañana, al abrir de nuevo el aposento, advertía que todos los zapatos estaban estropeados de tanto bailar sin que nadie pudiese poner en claro el misterio. Al fin, el Rey mandó pregonar que quien descubriese dónde iban a bailar sus hijas por la noche, podría elegir a una por esposa, y, a la muerte del Monarca, heredaría el trono; pero con la condición de que quien se ofreciese y al cabo de tres días con sus noches no hubiese esclarecido el caso, perdería la vida.Al cabo de poco tiempo presentóse un príncipe, que se declaró dispuesto a intentar la empresa. Fue bien recibido, y al llegar la noche se le condujo a una habitación contigua al dormitorio de las princesas. Pusiéronle allí la cama. Él debía averiguar adónde se iban ellas a bailar, y para que no pudiesen hacerlo en secreto o escaparse a otro lugar, dejaron abierta la puerta de la sala. Mas al príncipe le pareció que tenía plomo en los ojos y se quedó dormido; y cuando se despertó por la mañana, encontróse con que las doce habían ido al baile, pues todas tenían agujereadas las suelas de los zapatos. Lo mismo se repitió la segunda noche y la tercera, por lo cual el príncipe fue decapitado sin compasión. Después de él vinieron otros muchos dispuestos a correr la suerte, y todos dejaron la vida en la empresa.En esto, un pobre soldado que, habiendo recibido una herida, no podía seguir en el servicio, acertó a pasar por las inmediaciones de la ciudad donde aquel rey vivía. Topóse con una vieja, que le preguntó adónde iba.- Ni yo mismo lo sé - respondióle él y, en broma, añadió -: Me entran ganas de averiguar dónde se desgastan los zapatos bailando las hijas del Rey. Así, un día podría subir al trono.- Pues no es tan difícil - replicó la vieja -. Para ello, basta con que no bebas el vino que te servirán por la noche y simules que estás dormido -. Luego, dándole una pequeña capa, añadió -: Cuando te la pongas, quedarás invisible y podrás seguir a las doce muchachas.Con aquellas instrucciones, el soldado se tomó en serio la cosa y, cobrando ánimos, presentóse al Rey como pretendiente. Recibiéronle con las mismas atenciones que a los demás y le dieron vestidos principescos. A la hora de acostarse, lo condujeron a la antesala de costumbre, y, cuando ya se dispuso a meterse en la cama, entró la princesa mayor a ofrecerle un vaso de vino. Pero él se había atado una esponja bajo la barbilla y, echando en ella el líquido, no se tragó ni una gota. Acostóse luego y, al cabo de un ratito, se puso a roncar como si durmiese profundamente. Al oírlo, las princesas soltaron las carcajadas, y la mayor exclamó:- He aquí otro que podría haberse ahorrado la muerte.Se levantaron. Abrieron armarios, arcas y cajones y sacaron de ellos magníficos vestidos; y mientras se ataviaban y acicalaban ante el espejo, saltaban de alegría pensando en el baile.Sólo la más joven dijo:- No sé. Vosotras estáis muy contentas, y yo, en cambio, siento una impresión rara. Presiento que nos ocurrirá una desgracia.- Eres una boba - replicó la mayor -. Siempre tienes miedo. ¿Olvidaste ya cuántos príncipes han tratado, en vano, de descubrirnos? A este soldado ni siquiera hacía falta darle narcótico. No se habría despertado el muy zopenco.Cuando todas estuvieron listas, salieron a echar una mirada al mozo; pero éste mantenía los ojos cerrados y permaneció inmóvil, por lo que ellas se creyeron seguras. Entonces la mayor se acercó a su cama y le dio unos golpes. Inmediatamente, el mueble empezó a hundirse en el suelo, y todas pasaron por aquella abertura, una tras otra, guiadas por la mayor. El soldado, que lo había visto todo, sin titubear se puso su capita y bajó también detrás de la menor. A mitad de la escalera le pisó ligeramente el vestido, por lo cual la princesa, asustada, exclamó:- ¿Qué es eso? ¿Quién me tira de la falda?- ¡No seas tonta! - exclamó la mayor -. Te habrás cogido en un gancho.Llegaron todos abajo, encontrándose en una maravillosa avenida de árboles, cuyas hojas, de plata, brillaban y refulgían esplendorosamente. Pensó el soldado: "Es cuestión de proporcionarme una prueba", y rompió una rama, produciendo un fuerte crujido al quebrarla.La más joven volvió a exclamar:- Pasa algo extraño. ¿No oísteis un crujido?Pero la mayor replicó: - Son disparos de regocijo, por la pronta liberación de nuestros príncipes.Llegaron luego a otra avenida cuyos árboles eran de oro, y, finalmente, a una tercera, en que eran de diamantes; y de cada una desgajó el soldado una rama, con gran susto de la pequeña; pero la mayor insistió en que eran disparos de regocijo. Prosiguiendo, no tardaron en hallarse a la orilla de un gran río, en el que había doce barquitas, y, en cada una, un gallardo príncipe. Aguardaban a las princesas, y cada cual subió a una en su barca, sentándose el soldado en la de la menor.Dijo el príncipe:- No sé por qué, pero esta barca es hoy mucho más pesada que de costumbre. Tengo que remar con todas mis fuerzas para hacerla avanzar.- Debe de ser el tiempo - respondió la princesa -. Hoy está bochornoso, y también yo me siento deprimida.En la orilla opuesta levantábase un magnífico y bien iluminado castillo, de cuyo interior llegaba una alegre música de timbales y trompetas. Entraron en él, y cada príncipe bailó con su preferida. Y también el soldado bailó, invisible, y cuando la princesa menor levantaba un vaso de vino, él se lo bebía, vaciándolo antes de que llegase a los labios de la muchacha, con el consiguiente azoramiento de ella; pero la mayor siempre le imponía silencio. Duró la danza hasta las tres de la madrugada, hora en que todos los zapatos estaban agujereados y hubieron de darla por terminada. Los príncipes las devolvieron a la orilla opuesta, y esta vez el soldado se embarcó con la mayor. En la ribera se despidieron de sus acompañantes, prometiéndoles volver a la noche siguiente.Al llegar a la escalera, el soldado pasó delante y se metió en su cama. Cuando las doce muchachas entraron fatigadas y arrastrando los pies, reanudó él sus ronquidos, y ellas, al oírlos, dijéronse entre sí:- ¡De éste nos hallamos seguras!,Desvistiéronse, guardando sus ricas prendas y, dejando los estropeados zapatos debajo de las respectivas camas, se acostaron. A la mañana siguiente, el soldado no quiso decir nada, deseoso de participar de nuevo en la magnífica fiesta, a la que concurrió la segunda noche y la tercera. Todo discurrió como la primera vez, durando el baile hasta el desgaste total de los zapatos. La tercera noche, empero, el soldado se llevó una copa como prueba. Cuando sonó la hora de rendir cuentas, cogió el mozo las tres ramas y la copa y se presentó al Rey, mientras las doce hermanas escuchaban detrás de la puerta lo que decía. Al preguntar el Rey:- ¿Dónde han estropeado mis hijas sus zapatos? - respondió él:- Bailando con doce príncipes en un palacio subterráneo y relató cómo habían ocurrido las cosas, aportando en prueba las ramas y la copa.Mandó entonces el Rey que compareciesen sus hijas, y les preguntó si el soldado decía la verdad. Al verse ellas descubiertas, y que de nada les serviría el seguir negando, hubieron de confesar. Entonces preguntó el Rey al soldado a cuál de ellas quería por mujer.- Como ya no soy joven, dadme a la mayor - contestó.El mismo día se celebró la boda, y el Rey lo nombró heredero del trono. En cuanto a los príncipes, quedaron encantados durante tantos días como noches habían bailado con las princesas.Este episodio llega de la mano de Podbean.com.
Monday Aug 12, 2024
Monday Aug 12, 2024
Tenía un campesino un fiel caballo, ya viejo, que no podía prestarle ningún servicio. Su amo se decidió a no darle más de comer y le dijo:- Ya no me sirves de nada; mas para que veas que te tengo cariño, te guardaré si me demuestras que tienes aún la fuerza suficiente para traerme un león. Y ahora, fuera de la cuadra.Y lo echó de su casa.El animal se encaminó tristemente al bosque, en busca de un cobijo. Encontróse allí con la zorra, la cual le preguntó:- ¿Qué haces por aquí, tan cabizbajo y solitario?- ¡Ay! - respondió el caballo -. La avaricia y la lealtad raramente moran en una misma casa. Mi amo ya no se acuerda de los servicios que le he venido prestando durante tantos años, y porque ya no puedo arar como antes, se niega a darme pienso y me ha echado a la calle.- ¿Así, a secas? ¿No puedes hacer nada para evitarlo? - preguntó la zorra.- El remedio es difícil. Me dijo que si era lo bastante fuerte para llevarle un león, me guardaría. Pero sabe muy bien que no puedo hacerlo.- Yo te ayudaré. Túmbate bien y no te muevas, como si estuvieses muerto.Hizo el caballo lo que le indicara la zorra, y ésta fue al encuentro del león, cuya guarida se hallaba a escasa distancia, y le dijo:- Ahí fuera hay un caballo muerto; si sales, podrás darte un buen banquete.Salió el león con ella y, cuando ya estuvieron junto al caballo, dijo la zorra:- Aquí no podrás zampártelo cómodamente. ¿Sabes qué? Te ataré a su cola. Así te será fácil arrastrarlo hasta tu guarida, y allí te lo comes tranquilamente.Gustóle el consejo al león, y colocóse de manera que la zorra, con la cola del caballo, ató fuertemente las patas del león, y le dio tantas vueltas y nudos que no había modo de soltarse. Cuando hubo terminado, golpeó el anca del caballo, y dijo:- ¡Vamos, jamelgo, andando!Incorporóse el animal de un salto y salió al trote, arrastrando al león. Se puso éste a rugir con tanta fiereza que todas las aves del bosque echaron a volar asustadas; pero el caballo lo dejó rugir y, a campo traviesa, lo llevó arrastrando hasta la puerta de su amo.Al verlo éste, cambió de propósito y dijo al animal:- Te quedarás a mi lado, y lo pasarás bien - y, en adelante, no le faltaron al caballo sus buenos piensos, hasta que murió.Este episodio llega de la mano de Podbean.com.
Monday Aug 12, 2024
Monday Aug 12, 2024
- Buenos días, padre Patosabio:- Muchas gracias, Pif Paf Poltri.- ¿Podría obtener la mano de vuestra hija?- ¿Cómo no? Con tal que les parezca bien a madre Vaca Lechera, al hermano Presumido, a la hermana Comequeso y a la bella Catalinita, no habrá inconveniente.
"¿Y dónde está la madre Vaca Lechera?""Ordeña las vacas, allá en la boyera".
- Buenos días, madre Vaca Lechera.- Muchas gracias, Pif Paf Poltri.- ¿Podría obtener la mano de vuestra hija?- ¿Cómo no? Con tal que les parezca bien al padre Patosabio, al hermano Presumido, a la hermana Comequeso y a la bella Catalinita, no habrá inconveniente.
"¿Y dónde está el hermano Presumido?""Partiendo leña, detrás del ejido".
- Buenos días, hermano Presumido.- Muchas gracias, Pif Paf Poltri.- ¿Podría obtener la mano de vuestra hermana?- ¿Cómo no? Con tal que les parezca bien al padre Patosabio, a la madre Vaca Lechera, a la hermana Comequeso y a la bella Catalinita, no habrá inconveniente.
"¿Y dónde está la hermana Comequeso?""Cortando hierba para los conejos".
- Buenos días, hermana Comequeso.- Muchas gracias, Pif Paf Poltri.- ¿Podría obtener la mano de vuestra hermana?- ¿Cómo no? Con tal que les parezca bien al padre Patosabio, a la madre Vaca Lechera, al hermano Presumido y a la bella Catalinita, no habrá inconveniente.
"¿Y dónde está la bella Catalinita?""En su cuarto, contando sus moneditas".
- Buenos días, bella Catalinita.- Muchas gracias, Pif Paf Poltri.- ¿Te gustaría ser mi novia?- Ya lo creo. Si les parece bien a mi padre Patosabio, a mi madre Vaca Lechera, a mi hermano Presumido y a mi hermana Comequeso, no hay inconveniente.- Bella Catalinita, ¿cuánto tienes de dote?- Catorce reales en buena moneda, un cuarto y medio de deudas, media libra de ciruelas, un puñado de hojuelas, cuatro cazuelas,así como suena;¿no es una dote buena?
- Pif Paf Poltri, ¿qué oficio tienes? ¿Eres sastre?- Mucho mejor.- ¿Zapatero?- Mucho mejor.- ¿Labrador?- Mucho mejor.- ¿Carpintero?- Mucho mejor.- ¿Herrero?- Mucho mejor.- ¿Molinero?- Mucho mejor.- ¿Eres quizás escobero?- Eso es lo que soy. ¿Verdad que es buen oficio?Este episodio llega de la mano de Podbean.com.
Monday Aug 12, 2024
Monday Aug 12, 2024
Érase una mujer que tenía tres hijas. La mayor se llamaba Un Ojito, porque tenía un solo ojo en medio de la frente; la segunda, Dos Ojitos, porque tenía dos, como todo el mundo; y la tercera, Tres Ojitos, pues tenía tres, uno de ellos en medio de la frente. Y como la segunda no se diferenciaba en nada de las demás personas, sus dos hermanas y su madre no podían sufrirla. Decíanle:- Con tus dos ojos no sobresales en nada de la gente ordinaria; no perteneces a nuestra clase.Y, así, la rechazaban, obligándola a usar vestidos harapientos, y para comer no le daban más que las sobras; y, encima, la mortificaban cuanto podían.Un día en que Dos Ojitos había salido al campo a apacentar la cabra, estaba sentada en el borde del camino, llorando desconsoladamente, de tal forma que no parecía sino que de sus ojos manaran dos arroyos, pues sus hermanas no le habían dado de comer y se sentía muy hambrienta. Al levantar un momento la mirada, vio a su lado a una mujer, que le preguntó:- Dos Ojitos, ¿por qué lloras?Y respondió la muchachita:- ¿Cómo no he de llorar? Porque tengo dos ojos como todas las demás personas, mi madre y mis hermanas me aborrecen, me empujan de un rincón a otro, me echan prendas viejas y sólo me dan para comer lo que ellas dejan. Hoy me han dado tan poco, que el hambre me atormenta.Díjole entonces el hada:- Seca tus lágrimas, Dos Ojitos, voy a enseñarte unas palabras con las que ya no padecerás más hambre. Sólo tienes que decir lo siguiente, dirigiéndote a tu cabra:
"Bala, cabrita; cúbrete, mesita".
Y enseguida tendrás ante ti una mesa, primorosamente dispuesta con los más sabrosos manjares, y podrás comer hasta saciarte. Y cuando ya estés satisfecha y ya no necesites de la mesa, dirás:
"Bala, cabrita; retírate, mesita".
Y desaparecerá en el acto de tu vista.Y dicho esto, el hada se marchó. Dos Ojitos pensó: "Es cosa de probar enseguida si es cierto esto que me ha dicho, pues realmente me atormenta el hambre"; y exclamó:
"Bala, cabrita; cúbrete, mesita".
Apenas hubo pronunciado estas palabras vio ante sí una mesita cubierta con un mantel blanquísimo, y encima, un plato con su cuchillo, tenedor y cuchara, todo de plata. Había también viandas magníficas, todavía humeantes, como si acabasen de salir de la cocina. Dos Ojitos rezó la oración más breve, de cuantas sabía: "¡Dios mío, sé nuestro huésped por los siglos de los siglos, amén!". Se sirvió y comió con verdadera fruición. Cuando ya estuvo satisfecha, dijo, como le enseñara el hada:
"Bala, cabrita; retírate, mesita".
Y en un santiamén desapareció la mesa con todo lo que había. "¡He aquí una manera cómoda de cocinar!"; pensó Dos Ojitos, ya de muy buen humor.Al regresar a su casa al anochecer con la cabra, encontró una escudilla de barro con algo de comida que le habían dejado las hermanas, pero no la tocó. Al día siguiente marchóse de nuevo con la cabrita, sin hacer caso de los mendrugos que le habían puesto para el desayuno. Al principio, las hermanas no prestaron atención al hecho, pero, al repetirse, dijeron.- Algo ocurre con Dos Ojitos. Siempre se deja la comida, cuando antes se zampaba todo lo que le dejábamos. De seguro que ha encontrado algún otro recurso.Para averiguar lo que sucedía, convinieron en que Un Ojito la acompañaría a apacentar la cabra para espiar sus acciones y ver si alguien le traía comida y bebida.Al marcharse Dos Ojitos, se le acercó la hermana mayor y le dijo:- Iré al campo contigo; quiero saber si guardas bien la cabra y la llevas a buenos pastos.Pero Dos Ojitos comprendió perfectamente el pensamiento de la otra y, conduciendo la cabra a un prado donde crecía alta hierba, dijo:- Ven, Un Ojito, sentémonos aquí; te cantaré una canción.Un Ojito estaba cansada de la caminata y del ardor del sol; sentóse, y su hermana se puso a cantarle:
"Un Ojito, ¿velas? Un Ojito, ¿duermes?".
Repitiendo siempre las mismas palabras, hasta que la otra, cerrando su único ojo, se quedó dormida. Al ver Dos Ojitos que su hermana dormía profundamente y no podría descubrirla, dijo:
"Bala, cabrita; cúbrete, mesita".
Y, sentándose a la mesa, comió y bebió hasta quedar satisfecha. Luego volvió a decir:
"Bala, cabrita; retírate, mesita".
Y todo desapareció en un momento. Dos Ojitos despertó entonces a su hermana y le dijo:- Un Ojito, vienes para guardar la cabra y te duermes. El animalito podría haber dado la vuelta al mundo. Anda, volvamos a casa.Y se marcharon, y Dos Ojitos dejó nuevamente intacta su cena. Pero Un Ojito no pudo decir a su madre el motivo de que su hermana se negase a comer. Disculpóse alegando que se había quedado dormida en el prado. Al día siguiente dijo la madre a Tres Ojitos:- Esta vez irás tú; fíjate bien si Dos Ojitos come allí, y si alguien le trae comida y bebida, pues es forzoso que coma y beba secretamente.Acercóse Tres Ojitos a Dos Ojitos y le dijo:- Iré contigo a ver si guardas bien la cabra y le das bastante hierba.Pero Dos Ojitos se dio clara cuenta del propósito de su hermana menor. Condujo la cabra al prado y dijo:- Sentémonos, Tres Ojitos, que te cantaré una canción.Sentóse Tres Ojitos, cansada como se sentía del camino y de los ardores del sol, y Dos Ojitos volvió a entonar su cantinela:
"Tres Ojitos, ¿velas?,
sólo que, sin darse cuenta, en vez de decir:"Tres Ojitos, ¿duermes?", cantó
"Dos Ojitos, ¿duermes?",
repitiendo cada vez:
"Tres Ojitos, ¿velas? Dos Ojitos, ¿duermes?".
Ya Tres Ojitos se le cerraron dos ojos, y se le quedaron dormidos; pero el tercero, a causa de la equivocación en el estribillo, permaneció despierto. Cierto que lo cerró la muchacha, mas por ardid, simulando que dormía con él también, y así, abriéndolo disimuladamente, pudo verlo todo. Cuando Dos Ojitos creyó que la otra dormía profundamente, pronunció su fórmula mágica:
"Bala, cabrita; cúbrete, mesita",
y después de saciar el hambre y la sed, hizo que la mesa se retirase:
"Bala, cabrita; retírate, mesita".
Pero resultó que Tres Ojitos lo había presenciado todo. Acercósele Dos Ojitos y le dijo:- ¿Conque te dormiste, Tres Ojitos? ¡Vaya manera de guardar la cabra! Anda, volvámonos a casa.Al llegar, Dos Ojitos renunció de nuevo a la cena, y Tres Ojitos dijo a la madre:- Ya sé por qué esta orgullosa no come. Cuando, allá en el prado, dice a la cabra:
"Bala, cabrita; cúbrete, mesita",
enseguida tiene ante sí una mesa con las viandas más sabrosas, mucho mejores de las que comemos nosotras; y cuando ya está harta, dice:
"Bala, cabrita; retírate, mesita",
y todo desaparece de nuevo. Lo he visto todo perfectamente. Con su canción hizo que se me durmiesen los dos ojos; más, por fortuna, se me quedó despierto el de la frente.Llamando entonces la envidiosa madre a Dos Ojitos, la increpó, diciéndole:- ¿Conque quieres pasarlo mejor que nosotras? ¡Pues voy a quitarte las ganas!Y cogiendo un cuchillo lo clavó en el corazón de la cabra, matándola.Dos Ojitos salió de su casa triste y desolada y, sentándose en la linde del campo, púsose a llorar amargas lágrimas. Presentósele por segunda vez el hada, y le dijo:- ¿Por qué lloras, Dos Ojitos?- ¡Cómo no he de llorar! - respondió la muchacha -. Mi madre mató la cabra que todos los días, cuando le recitaba el verso que me enseñasteis, me ponía tan bien la mesa, y ahora tengo que padecer nuevamente hambre y privaciones.Díjole el hada:- Dos Ojitos, te daré un buen consejo: Pide a tus hermanas que te den la tripa de la cabra muerta, y entiérrala delante la puerta de tu casa. Te traerá suerte.Desapareció el hada, y Dos Ojitos, regresando a su casa, dijo a las hermanas:- Dadme un poco de la cabra, hermanas. No pido nada bueno; solamente la tripa.Echáronse ellas a reír y le respondieron:- Si no pides otra cosa, puedes quedarte con ella.Y Dos Ojitos cogió la tripa, y aquella noche fue a enterrarla, con el mayor sigilo, delante de la puerta, según le recomendara el hada.A la mañana siguiente, al despertarse todas y salir a la calle, quedaron maravilladas al ver un magnífico árbol, que se alzaba ante la casa. Era un árbol prodigioso, con hojas de plata y frutos de oro. En el mundo entero no se habría encontrado nada tan bello y precioso. Nadie sabía cómo había salido allí aquel árbol, de la noche a la mañana. Sólo Dos Ojitos sabía que brotó de la tripa de la cabra, pues se levantaba precisamente en el lugar donde ella la había enterrado. Dijo la madre a Un Ojito:- Sube, hija mía, a coger algunos de los frutos.Trepó la muchacha a la copa; pero en cuanto trataba de alcanzar una de las doradas manzanas, la rama se le escapaba de las manos, repitiéndose la cosa todas las veces que intentó hacerse con un fruto. Dijo entonces la madre:- Tres Ojitos, sube tú, con tus tres ojos verás mejor que tu hermana.Bajó Un Ojito y encaramóse Tres Ojitos; pero no fue más afortunada; por mucho que mirara a su alrededor, las manzanas de oro continuaron inasequibles. Finalmente, la madre, impacientándose, se subió ella misma al árbol. Pero no le fue mejor que a sus hijas. Cada vez que creía agarrar uno de los frutos, se encontraba con la mano llena de aire.Dijo entonces Dos Ojitos:- Probaré yo; quizá tenga mejor suerte.Y aunque las hermanas la increparon:- ¡Qué quieres hacer tú con tus dos ojos! - ella trepó a la copa, y las manzanas de oró ya no huyeron, sino que espontáneamente se dejaban caer en su mano. La muchacha pudo cogerlas una a una, y, después de llenarse el delantal, bajó del árbol. La madre se las quitó todas, y Un Ojito y Tres Ojitos, en vez de dar mejor trato a su hermana, envidiosas al ver que sólo ella podía conseguir los frutos, se ensañaron con ella más aún que antes.He aquí que hallándose un día todas al pie del árbol, vieron acercarse un joven caballero.- ¡Aprisa, Dos Ojitos! - exclamaron las hermanas -, métete ahí debajo, y así no tendremos que avergonzarnos de ti - y, precipitadamente, le echaron encima un barril vacío que tenían a mano, metiendo también las manzanas que Dos Ojitos acababa de coger. Al llegar el caballero resultó ser un gallardo gentilhombre que, deteniéndose a admirar el magnífico árbol de oro y plata, dijo a las dos hermanas:- ¿De quién es este hermoso árbol? Por una de sus ramas daría cuanto me pidiesen.Tres Ojitos y Un Ojito contestaron que el árbol les pertenecía, y que romperían una rama para dársela. Una y otra se esforzaron cuanto pudieron; pero todos sus intentos resultaron vanos, pues ramas y frutos las rehuían continuamente. Dijo entonces el caballero:- Es muy extraño que, perteneciéndoos el árbol, no podáis cortar una rama de él.Pero ellas persistieron en afirmar que el árbol era suyo. Mientras porfiaban, Dos Ojitos, desde el interior del barril, hizo rodar por debajo dos o tres manzanas de oro, que fueran a parar a los pies del caballero, pues la muchacha estaba enojada de que las otras no dijesen la verdad. Al ver el forastero las manzanas, preguntó, asombrado, de dónde venían, y Tres Ojitos y Un Ojito le respondieron que tenían una hermana, pero que no la enseñaban porque sólo tenía dos ojos, como las personas vulgares.El caballero quiso verla y gritó: -¡Sal, Dos Ojitos!La doncella, cobrando confianza, salió de debajo del barril, y el caballero, admirado de su gran hermosura, le dijo:- Seguramente tú podrás cortarme una rama del árbol.- Sí - replicó Dos Ojitos -, sin duda podré, pues el árbol es mío - y, subiéndose a la copa, con gran facilidad quebró una rama, con sus hojas de plata y sus frutos de oro, y la entregó al forastero.Dijo éste entonces:- Dos Ojitos, ¿qué quieres a cambio?- ¡Ay! - respondió la muchacha -, aquí sufro hambre y sed, pesares y privaciones desde la mañana a la noche. Si quisieseis llevarme con vos y liberarme, sería feliz.Subió el caballero a Dos Ojitos a la grupa de su caballo y la condujo al castillo de su padre, donde le proporcionó hermosos vestidos y comida en abundancia; y como la doncella era, en verdad, encantadora, enamoróse de ella y, a poco, se celebró la boda entre el mayor regocijo.Al ver que el caballero se llevaba a Dos Ojitos, las dos hermanas sintieron gran envidia por su suerte, pero se consolaron pensando: "De todos modos, nos queda el árbol maravilloso, y aunque no podamos coger sus frutos, todos los que pasen por aquí se pararán a contemplarlo y llamarán a nuestra casa para expresarnos su admiración. ¡Quién sabe donde está nuestra fortuna!". Pero, a la mañana siguiente, el árbol había desaparecido y, con él, sus esperanzas. Y cuando Dos Ojitos se asomó a la ventana de su nuevo aposento, con gran alegría vio que el árbol se levantaba delante de ella, pues la había seguido. La muchacha vivió feliz por mucho tiempo. Un día se presentaron en el castillo dos pobres mujeres que pedían limosna, y Dos Ojitos, al verlas, reconoció a sus hermanas, las cuales habían llegado a tal extremo de miseria, que debían ir mendigando su pan de puerta en puerta. Dos Ojitos las acogió cariñosamente, las trató con gran bondad y las colmó de favores, por lo que las otras se arrepintieron de todo corazón de su mal proceder con su hermana.Este episodio llega de la mano de Podbean.com.
Monday Aug 12, 2024
Monday Aug 12, 2024
Érase un pobre hombre que tenía cuatro hijos. Cuando fueron mayores, los llamó y les dijo:- Hijos míos, es cuestión de que os marchéis por esos mundos, pues yo no tengo nada para daros. Id a otros países, aprended un oficio y procurad abriros camino.Dispusiéronse los cuatro a marcharse y, tras despedirse de su padre, partieron juntos. Al cabo de algún tiempo de caminar a la ventura llegaron a una encrucijada, de la que partían caminos en cuatro direcciones. Y dijo el mayor:- Aquí hemos de separarnos. Dentro de cuatro años, en este mismo día y lugar, volveremos a reunirnos. Entretanto, que cada cual busque fortuna por su lado.Marcharon cada uno en una dirección. El primero se encontró con un hombre, que le preguntó dónde iba y cuál era su propósito.- Quiero aprender un oficio - respondióle el muchacho.- Vente conmigo. Aprenderás a ser ladrón - le contestó el desconocido.- No - respondió el mozo -, éste no es un oficio honorable. Se acaba siempre en badajo de horca.- ¡Oh, no temas por eso! Sólo te enseñaré a apropiarte lo que nadie más podría obtener, y de modo que no quede rastro.El muchacho se dejó convencer, y al lado de aquel hombre aprendió a ser un ladrón perfecto, tan hábil, que cuando se había prendado de un objeto, caía irremediablemente en sus manos.El segundo hermano halló a otro sujeto que le hizo la misma pregunta: qué quería aprender.- Todavía no lo sé - respondió.- En este caso, vente conmigo y serás astrólogo. No hay oficio mejor, pues nada habrá que se te oculte.Gustóle la idea al joven, y llegó a ser un astrólogo consumado. Al terminar su aprendizaje, se despidió de su maestro, y éste le dio un anteojo, diciéndole:- Con esto podrás ver cuanto ocurre en la tierra y en el cielo. Nada se ocultará a tu mirada.Al tercer hermano adiestrólo un cazador, enseñándole todas las mañas y recursos de su arte, con tanto aprovechamiento por parte del discípulo, que salió hecho un consumado montero. Al despedirse, el maestro lo obsequió con una escopeta y le dijo:- Donde pongas el ojo, allá irá la bala; jamás errarás la puntería.Finalmente, el menor de los hermanos se encontró también con un viandante que le preguntó por sus propósitos.- ¿No te gustaría ser sastre? - le dijo.- No sé - contestó el mozo -. Eso de pasarse las horas con las piernas cruzadas, desde la mañana a la noche, y estar manejando continuamente la aguja y la plancha, no me seduce, ni mucho menos.- ¡No lo digas! - exclamó el hombre -. Tú hablas por lo que has visto; pero conmigo aprenderás un arte muy distinto, decente, productivo, y muy honroso incluso.Dejóse persuadir el muchacho, se fue con el sastre y aprendió a fondo su profesión. Cuando se despidió, ya terminado el aprendizaje, diole su patrón una aguja, diciéndole:- Con ella puedes coser cuanto te venga a la mano, aunque sea tan duro como el acero; y quedará tan bien juntado, que no se verá la costura.Cuando ya hubieron transcurrido los cuatro años convenidos, los hermanos volvieron a encontrarse en el mismo lugar en que se habían separado, y, después de abrazarse y besarse, regresaron a la casa paterna.- ¡Muy bien! - exclamó el padre, satisfecho -. ¿Otra vez os trae el viento a mi lado?Contáronle ellos sus andanzas y lo que cada uno había aprendido. Sentados todos juntos bajo un árbol que se levantaba delante de la casa, dijo el padre:-Voy a poneros a prueba. Quiero ver de lo que sois capaces -. Y, mirando hacia arriba, manifestó al hijo segundo En la cumbre de este árbol, entre dos ramas, hay un nido de pinzones. Dime cuántos huevos contiene.Cogió el astrólogo su anteojo y dirigiéndolo al nido, respondió:- Cinco.Entonces se volvió el padre al mayor:- Ve a buscar los huevos sin que lo note el pájaro que los está incubando.El hábil ladrón subió al árbol y, sin que el avecilla notase nada ni se moviese del nido, le quitó de debajo del cuerpo los cinco huevos y los bajó a su padre. Tomándolos el viejo, colocó uno en cada canto de la mesa, y el quinto, en el centro, y dijo al cazador:- De un solo disparo has de partir en dos los cinco huevos.El mozo se echó la escopeta a la cara, disparó y partió por la mitad los cinco huevos de un solo tiro. Por lo visto usaba una pólvora capaz de dar la vuelta a la esquina.- Ahora te toca a ti - dijo el padre al hijo menor -. Vas a coser los huevos, y hasta los polluelos que hay dentro, de tal forma que no se vean los efectos del disparo.Sacó el sastre su aguja y procedió a coser tal como su padre le pedía. Cuando hubo terminado, el ladrón volvió los huevos al nido, colocándolos debajo del ave que los empollaba, sin que ésta lo notase. Y a los pocos días nacieron los pequeños con una tirita roja alrededor del cuello, por donde los cosiera el sastre.- Está bien - dijo el viejo a sus hijos -. Tengo que felicitaras por vuestro éxito. Habéis empleado bien el tiempo, aprendiendo cosas provechosas, y no sabría a cuál de los cuatro dar la preferencia. Esto se verá en cuanto se presente una ocasión de aplicar vuestras artes.Poco tiempo después se produjo gran revuelo en el país, pues un dragón había raptado a la hija del Rey. Éste se pasaba cavilando día y noche, y, al fin, mandó pregonar que quien la rescatase se casaría con ella. Dijeron entonces los hermanos:- He aquí una oportunidad de distinguirnos - y se propusieron partir juntos a liberar a la princesa.- Pronto sabré dónde se halla - dijo el astrólogo, y, mirando por su telescopio, declaró -: Ya lo veo; está muy lejos de aquí, en una roca en medio del mar. A su lado hay un dragón que la guarda.Presentóse al Rey, pidióle un barco para él y sus hermanos y los cuatro se hicieron a la mar, con rumbo a la roca. Al llegar a ella vieron a la hija del Rey, con el dragón dormido en el regazo. Dijo el cazador:- No puedo disparar, pues mataría también a la princesa.- Voy a intervenir yo - anunció el ladrón, y, deslizándose hasta el lugar, llevóse a la doncella con tanta ligereza y agilidad, que el monstruo no se dio cuenta de nada y siguió roncando. Contentísimos, corrieron a embarcar de nuevo y zarparon sin pérdida de tiempo. Pero el dragón, que al despertar no había encontrado a la princesa, salió furioso en su persecución, surcando los aires con terrorífico resoplido. Cuando se cernía ya sobre el barco y se disponía a precipitarse sobre él, apuntándole el cazador con la escopeta, disparó una bala que le atravesó el corazón. Cayó muerto el monstruo; pero era tan enorme que, al desplomarse sobre el navío, lo destrozó completamente. Los náufragos pudieron aferrarse a unas tablas y quedaron flotando en la superficie de las olas, en situación apuradísima. Mas el sastre, ni corto ni perezoso, sacando su aguja maravillosa, hilvanó las tablas a toda prisa con unas puntadas y, desde ellas, pescó todas las piezas del barco, cosiéndolas con tanta perfección que, al poco rato, la nave volvía a hallarse en condiciones de navegar, y los hermanos pudieron arribar felizmente a su patria.El Rey sintió una inmensa alegría al volver a ver a su hija, y dijo a los cuatro hermanos:- Uno de vosotros ha de recibirla por esposa. Decidid quién ha de ser.Suscitóse entonces una viva disputa entre ellos, pues cada uno alegaba sus derechos. Decía el astrólogo:- Si yo no hubiese descubierto a la princesa, de nada habrían servido vuestras artes. Por tanto, me pertenece a mí.El ladrón observaba:- ¿De qué habría servido descubrirla, si yo no la hubiese sacado de entre las garras del dragón? Mía es, pues.Y el cazador:- La princesa y todos vosotros hubierais sido destrozados por el monstruo. Mi bala os libró de sus garras. En consecuencia, es a mí a quien corresponde.Y el sastre, a su vez:- Y si yo, con mi arte, no hubiese recompuesto el barco, todos habríamos muerto ahogados. Por tanto, es mía.Intervino entonces el Rey:- Todos tenéis igual derecho; pero como la princesa no puede ser de todos, no será de ninguno. En cambio, daré a cada cual una parte del reino en compensación.Satisfizo el ofrecimiento a los hermanos, los cuales dijeron:- Es mejor esto que el que nazcan disputas entre nosotros.Y cada cual recibió una cuarta parte del reino, y todos vivieron felices en compañía de su viejo padre durante todo el tiempo que plugo a Dios.Este episodio llega de la mano de Podbean.com.
Monday Aug 12, 2024
Monday Aug 12, 2024
Vivían en un pueblo un hombre y su mujer, la cual era holgazana en extremo, y no había modo de hacerla trabajar. Lo que su marido le daba para hilar, lo dejaba a medio hacer, y lo que hilaba, lo liaba de cualquier modo, en vez de devanarlo. Si su esposo la reñía, ella tenía siempre la respuesta a punto.- ¡Cómo voy a devanar - replicóle en una ocasión - si no tengo devanadera! Ve tú al bosque y hazme una.- Si sólo es eso - dijo el marido -, iré al bosque a buscar madera y te haré una.Temió la mujer que, una vez su esposo tuviese el material, le hiciese, en efecto, una devanadera y la obligase a hilar de nuevo. Estuvo pensando un poco, hasta que se le ocurrió una buena idea. Siguió secretamente al hombre y, al subirse éste a un árbol para escoger una rama y cortarla, disimulándose ella entre las matas de modo que no pudiese ser vista, gritó:"El que corte madera, morirá;quien devane con ella, se perderá".Al oírlo el marido, dejó el hacha unos momentos, pensando en lo que podría significar aquello.- ¡Bah! - exclamó al fin -. ¡Qué puede ser! Un ruido cualquiera. Sería un tonto si me preocupase -. Y, empuñando de nuevo el hacha, volvió a su trabajo. Pero oyó la misma voz:"El que corte madera, morirá;quien devane con ella, se perderá".Detúvose él, sintió miedo y quedó reflexionando. Pero, al cabo de un rato, tomó nuevos ánimos, volvió a coger el hacha... y ¡dale! Y he aquí que por tercera vez repitieron en alta voz, desde el bosque:"El que corte madera, morirá;quien devane con ella, se perderá".Aquello era ya demasiado, se le pasaron al hombre todas las ganas; bajó del árbol más que deprisa y emprendió el camino de su casa. La mujer regresó también, corriendo por atajos, para llegar antes. Cuando el hombre entró en la casa, allí estaba ella con aire inocente, como si nada hubiese ocurrido, y le preguntó:- ¿Qué? ¿Traes una buena devanadera?- No - respondió él -. Tendrás que dejar el devanado - y, contándole lo que había sucedido en el bosque, la dejó en paz en adelante.Sin embargo, pronto volvió el marido a quejarse del desorden que reinaba en la casa.- Mujer - díjole -, es una vergüenza que el lino hilado siga ahí en madejas, de cualquier manera.- ¿Sabes qué? - respondió la mujer -; ya que no has podido hacerte con una devanadera, tú te subes al desván y yo me colocaré abajo; te echaré el hilo hacia arriba y tú me lo vuelves a echar abajo, y de este modo saldrá una madeja.- Bueno - dijo el marido; y lo hicieron así. Y cuando hubieron terminado, prosiguió él:- Bien, ya tenemos el hilo enmadejado; ahora hace falta cocerlo.A la mujer aquello le venía también cuesta arriba, pero respondió:- Sí, mañana de madrugada lo coceremos - e imaginó un nuevo truco.Levantóse a primera hora, encendió fuego y puso el caldero; pero en vez del hilo, echó dentro un montón de estopa, dejando que cociese. Luego fue a ver a su marido, que se estaba aún en la cama, y le dijo:- Tengo que salir; levántate y vigila el hilo, que se está cociendo en el caldero. Mas procura no dormirte y estar al tanto, pues si cuando cante el gallo no vigilas, en vez de hilo tendremos estopa.El hombre, deseoso de hacer bien las cosas y no descuidar ningún detalle, levantóse y se vistió con toda diligencia, bajando, acto seguido, a la cocina. Pero al llegar al caldero y echar una mirada a su interior, vio con espanto una masa de estopa. El infeliz no dijo nada, pensando que la desgracia era culpa de descuido, y jamás volvió a mentar el hilo ni la hilatura. Pero ¡hay que ver la mala pieza que era aquella mujer!Este episodio llega de la mano de Podbean.com.
Monday Aug 12, 2024
Monday Aug 12, 2024
En aquellos tiempos en que aún solían realizarse los deseos, una vieja hechicera encantó a un príncipe, condenándolo a vivir en un bosque metido en un gran horno de hierro. Pasó en él muchos años, sin que nadie pudiese redimirlo, cuando he aquí que un día se extravió una princesa en aquel bosque, de tal modo que no lograba salir de él y encontrar el camino de vuelta al reino de su padre. Al cabo de nueve días de andar vagando por la selva, llegó ante la gran caja de hierro, y oyó que salía de ella una voz que le preguntaba:- ¿De dónde vienes y adónde vas?Respondió la princesa:- He perdido el camino que conduce al reino de mi padre, y no puedo volver a casa.Dijo entonces el horno de hierro:- Te ayudaré a regresar a tu casa, en muy breve tiempo, si te comprometes, por escrito, a hacer lo que te pida. Soy hijo de un rey más poderoso que tu padre, y me casaré contigo.Espantóse ella, pensando: "¡Dios del cielo! ¿Qué haría yo con un horno?". Pero como tenía grandes deseos de regresar al lado de los suyos, suscribió la promesa. Díjole él:- Debes volver con un cuchillo, y abrir con él un agujero en el hierro.Diole luego un guía, que la acompañó sin pronunciar una sola palabra, y a las dos horas se hallaba en su casa.La vuelta de la princesa causó gran regocijo en palacio. El viejo rey la abrazó y besó cariñosamente. Ella empero, con semblante triste y desolado, le dijo:- Padre mío, ¡lo que me ha ocurrido! No habría logrado salir del inmenso bosque salvaje, de no haberme topado con un horno de hierro, al cual he debido prometer por escrito que volvería para redimirlo y casarme con él.Asustóse el Rey hasta tal punto, que por poco cae desmayado, pues era su única hija. Tras deliberar, convinieron en que, en su lugar, enviarían a la hija del molinero, que era una muchacha lindísima. Condujéronla hasta el horno y, dándole un cuchillo, ordenáronle que raspase el hierro hasta agujerearlo. Estuvo la moza trabajando por espacio de veinticuatro horas, sin conseguir hacer la menor mella en el hierro. Al clarear el alba, una voz surgida del interior del horno, dijo:- Me parece que empieza a ser de día.- También a mí me lo parece - respondió la muchacha -. Creo que oigo el ruido del molino de mi padre.- Entonces tú eres le hija del molinero. Márchate, y di a la princesa que venga.Fue la muchacha a comunicar al anciano rey que el del bosque no la quería a ella, sino a la princesa. Al oírlo asustóse el Rey, y su hija se echó a llorar. Pero les quedaba todavía la hija de un porquerizo, que era aún más hermosa que la molinera, y resolvieron ofrecerle una cantidad de dinero para que sustituyese a la princesa y fuese en su lugar al horno del bosque. Acompañáronla hasta allí, y la muchacha se pasó también veinticuatro horas raspando sin obtener resultado alguno.Al amanecer volvió a sonar la voz que salía del horno:- Me parece que empieza a ser de día.- También a mí me lo parece - respondió ella -. Creo que oigo sonar el cuerno de mi padre.- Entonces tú eres la hija del porquerizo. Vete inmediatamente a decir a la princesa que venga, y recuérdale que le ocurrirá lo que le prometí, y que, si no viene, todo el reino caerá en ruinas y no quedará piedra sobre piedra.Al oír estas palabras, la princesa prorrumpió a llorar. Pero no había otro remedio: había que cumplir lo prometido. Despidióse de su padre y se encaminó al bosque, provista de un cuchillo. Llegado que hubo al lugar, púsose a rascar, y el hierro cedió fácilmente, de modo que al cabo de dos horas había abierto ya un pequeño orificio en la plancha. Mirando por él, vio en el interior a un joven tan hermoso y tan brillante de oro y piedras preciosas, que su alma quedó prendada en el acto. Siguió raspando sin parar, hasta que el agujero fue ya lo bastante grande para que el príncipe pudiese salir por él.Díjole entonces el doncel:- Eres mía, y yo soy tuyo; eres mi prometida y me has redimido.Y quiso llevársela directamente a su reino; pero ella le rogó que le permitiese ir a despedirse de su padre. Avínose él, con la condición de que no hablase con su padre más de tres palabras, regresando acto seguido. Se fue la princesa y habló más de lo convenido. Y en el mismo instante desapareció el horno, siendo transportado a un lugar remotísimo, sobre montañas de cristal y cortantes espadas. Sin embargo, el hijo del Rey estaba desencantado.Despidióse la princesa de su padre y, llevándose algo de dinero, volvió al inmenso bosque. Mas, por mucho que buscó el horno, no lo encontró en ninguna parte. Al cabo de nueve días de vagar por aquellos lugares su hambre era tan grande que la muchacha sentíase desfallecer por momentos. Al llegar el crepúsculo encaramóse a un pequeño árbol, con intención de pasar en él la noche, pues temía a las fieras de la selva. A media noche descubrió a lo lejos una lucecita, y pensó: "Seguramente, allí estaría a salvo". Bajó del árbol y se dirigió al lugar donde viera la luz, y durante el camino iba rezando. Llegó a una casita rodeada de abundante hierba y que tenía delante un montoncito de leña. " ¡Ay! - pensó -, ¿dónde habré venido a parar?". Miró por la ventana, y vio en el interior sapos grandes y chicos y una mesa magníficamente preparada, con vino y asados; y las copas eran de plata. Cobrando ánimos, dio unos golpecitos en los cristales. Inmediatamente gritó el sapo gordote:
"Ama verde y tronada. pata arrugada trasto de mujer que no sirve para nada: quien hay ahí fuera, presto ve a ver".
Salió a abrir un sapo pequeñito. Al entrar la princesa, diéronle todos la bienvenida y la invitaron a sentarse, preguntándole:- ¿De dónde venís y adónde vais?Contóle ella todo lo que le había sucedido, y cómo, por haber faltado a la prohibición de hablar más de tres palabras, no encontraba ahora el horno con el príncipe. Díjoles también que su propósito era buscarlo por montes y valles, hasta encontrarlo. Habló entonces el sapo gordo:
"Ama verde y tronada, pata arrugada, trasto de mujer que no sirve para nada: aquella caja grande me vas a traer".
Fue el pequeño a saltitos, y volvió enseguida con la caja.Sirviéronle luego la cena, y, cuando ya hubo comido y bebido, la acompañaron a una cama primorosamente hecha, toda de seda y terciopelo, en la que se acostó y durmió toda la noche en santa paz. Al llegar el nuevo día, levantóse, y el viejo sapo le dio tres agujas que sacó de la gran caja, diciéndole que se las llevase, que las necesitaría, pues debería atravesar una alta montaña de cristal, tres cortantes espadas y un gran río; si lograba salvar aquellos obstáculos, recuperaría a su amado. Diole, además, otros objetos, recomendándole los guardase con gran cuidado: una rueda de arado y tres nueces. Con todo ello se marchó la doncella, y, al llegar a la montaña de cristal, tan lisa y resbaladiza, metióse las tres agujas, primero, detrás de los pies y luego delante, y así pudo pasar. Y una vez hubo pasado, guardólas en un lugar que procuró grabarse en la memoria. Al encontrarse después frente a las cortantes espadas, púsose sobre la rueda del arado y pasó rodando por encima de ellas. Finalmente, llegó a un caudaloso río y, cuando lo hubo cruzado, a un vasto y hermoso palacio. Entró en él y pidió empleo, presentándose como una pobre muchacha que deseaba servir; pero bien sabía que allí habitaba el príncipe a quien redimiera del horno en el bosque. Fue admitida corno ayudante de cocina, por un reducido salario.Era el caso que el príncipe tenía ya a otra prometida, con quien iba a casarse, pues creía que la primera había muerto ya. Al ir a lavarse y arreglarse la doncella, al anochecer, encontró en el bolsillo las tres nueces que le diera el viejo sapo y, cascando una con los dientes para extraer su contenido, he aquí que salió un primoroso vestido, digno de una princesa. Al enterarse de ello la novia, acudió a examinar la prenda y, deseosa de comprarla, dijo:- Éste no es un vestido propio para una criada.Contestóle la otra que no quería venderlo, pero que se lo regalaría a cambio de una cosa: que le permitiese dormir una noche en la habitación de su novio. Avínose la prometida, pues el vestido era precioso, y ella no tenía ninguno igual. Al llegar la noche, dijo a su novio:- Esa estúpida quiere dormir en tu aposento.- Si estás conforme, yo también lo estoy - replicó el príncipe.Pero ella le dio a beber un vaso de vino que contenía un narcótico. Quedaron, pues, los dos en la misma habitación, pero sumido él en un sueño tan profundo, que no hubo medio de despertarlo. La doncella se pasó la noche entre llanto y exclamaciones:- Te libré del bosque salvaje y del horno de hierro. Para llegar hasta ti hube de salvar una montaña de cristal, pasar por encima de afiladas espadas y a través de un caudaloso río. ¡Y ahora te niegas a escucharme!Los criados, de guardia ante la puerta, la oyeron llorar y lamentarse, y a la mañana siguiente se lo dijeron a su señor. A la tarde siguiente rompió la segunda nuez, encontrando en ella un vestido más bello aún; y la novia también quiso comprarlo. Pero la muchacha no admitió dinero; en cambio, cedió la prenda a condición de poder pasar una segunda noche en la alcoba de su amado. La novia volvió a suministrarle un somnífero, quedándose él dormido como un tronco, incapaz de enterarse de nada. La muchacha se pasó también aquella noche llorando y repitiendo sus lamentaciones:- Te libré del bosque salvaje y del horno de hierro. Para llegar hasta ti hube de salvar una montaña de cristal, pasar por encima de cortantes espadas y atravesar un gran río. ¡Y sigues sin querer escucharme!Los criados, desde el otro lado de la puerta, oyeron sus lamentos, y por la mañana volvieron a decirlo a su señor. Y a la tercera tarde, después de lavarse y asearse, abrió la nuez que le quedaba, y apareció un vestido aún más hermoso, centelleante de oro puro. Quiso la novia quedarse con él, y de nuevo la muchacha se lo cedió a cambio de la autorización de dormir en el aposento del príncipe. Éste, empero, vertió el narcótico en vez de bebérselo, y cuando la doncella empezó a llorar y exclamarse:- Tesoro mío, yo te salvé del bosque salvaje y terrible y del horno de hierro - incorporándose el príncipe bruscamente, le dijo:- Tú eres mi verdadera prometida. ¡Tú eres mía y yo soy tuyo!Y aquella misma noche subió con ella a una carroza, después de haber quitado las ropas a la otra, por lo cual no pudo levantarse. Al llegar al anchuroso río lo cruzaron en una barca; luego atravesaron las tres cortantes espadas sobre la rueda del arado y se sirvieron de las agujas para salvar la montaña de cristal. Finalmente, fueron a parar a la vieja casita, y al entrar en ella se transformó en un gran palacio. Los sapos quedaron desencantados, recuperando su primitiva condición de príncipes, y hubo inmenso regocijo. Celebróse la boda, y la pareja se quedó en el palacio, que era mucho más espacioso que el del padre de ella. Pero como el viejo se quejaba de su soledad, fueron en su busca y se lo trajeron con ellos, y, así, tuvieron dos reinos y vivieron en la mayor felicidad.
Y un ratoncito llegó,y el cuento se acabó.Este episodio llega de la mano de Podbean.com.
Monday Aug 12, 2024
Monday Aug 12, 2024
Éranse una vez un hombre y una mujer casados y muy ricos, pero sin hijos. Perdieron su fortuna, y entonces les nació un niñito. Pero no pudiendo encontrar padrino para su bautizo, dijo el hombre que se iría a otro pueblo para tratar de conseguir uno. En el camino se encontró con un mendigo, que le preguntó adónde iba, y él le contestó que se dirigía a tal lugar en busca de un padrino de bautismo, pues era tan pobre que nadie se prestaba a serlo.- Mirad - dijo el hombre -. Vos sois pobre y yo también. Me avengo a ser el padrino; pero es tan poco lo que tengo, que no podré obsequiar con nada a vuestro hijo. Id a decir a la comadrona que lleve al niño a la iglesia.Cuando llegaron todos al templo, ya los aguardaba el mendigo en él, y puso al niño el nombre de "Fernando Leal".Al salir, dijo el pordiosero:- Idos ahora a casa; nada puedo daros, ni vosotros debéis darme nada a mí.Sin embargo, entregó una llave a la comadrona con encargo de darla al padre una vez estuviesen en casa. El padre debería guardarla hasta que su hijo cumpliese los catorce años. Entonces el muchacho debía ir a un erial, donde encontraría un palacio, cuya puerta se abría con aquella llave; y lo que contuviese, sería suyo. Cuando el pequeño llegó a los siete años, salió un día a jugar con otros chiquillos, y resultó que todos habían recibido a cuál más regalos de sus respectivos padrinos; sólo él se había quedado sin nada.Regresó llorando a su casa y preguntó a su padre: - ¿Así, a mí no me ha traído nada mi padrino?- Sí - dijo el padre -, te ha regalado una llave. Cuando veas un palacio en el erial, te diriges a él y lo abres.Fue el niño, pero no encontró ni rastro del palacio. Pero al volver, al cabo de otros siete años, o sea, al cumplir los catorce, vio un palacio, que se alzaba en medio de aquel desierto. Abrió la puerta, y dentro sólo encontró un caballo blanco. El muchacho, contentísimo con el animal, lo montó enseguida y dijo a su padre:- Ahora que tengo caballo, quiero irme de viaje.Y se marchó. Y he aquí que durante el camino vio en el suelo una pluma de escribir. Su primera idea fue cogerla, mas luego piensa: "Vale más dejarla donde está. En todas partes encontraré plumas cuando las necesite". Y pasó de largo. Mas, de pronto, oyó una voz detrás de él:- ¡Fernando Leal, recógeme!El mozo volvió, pero no vio a nadie. Retrocedió y cogió la pluma. Al cabo de un trecho pasó junto a un río, en cuya orilla vio un pez jadeando fuera del agua.- Espera, amiguito - le dijo -. Voy a echarte al agua - y, cogiéndolo por la cola lo devolvió al río. El pez sacó entonces la cabeza:- Ya que me has sacado del fango, te voy a dar una flauta. Cuando te halles en situación difícil, no tienes más que hacerla sonar. Yo acudiré a ayudarte.Siguió nuestro mozo cabalgando, y, al cabo de un rato, cruzóse con un individuo, que le preguntó adónde se dirigía.- Al primer pueblo - respondióle Fernando. - ¿Y cómo te llamas?- Fernando Leal.- ¡Toma! - observó el otro -. Casi tenemos el mismo nombre; yo me llamo Fernando Desleal.Siguieron juntos y se apearon en la posada de la primera ciudad. Mala cosa era que Fernando Desleal supiese todo lo que el otro pensaba y se proponía hacer; y lo sabía por sus malas artes.Sucedió que en la posada vivía una muchacha, honesta y de lindo rostro. Enamoróse de Fernando Leal, que era un joven de muy buena presencia, y le preguntó adónde iba.- ¡Voy sin rumbo fijo! - díjole Fernando, a lo cual contestó ella que haría mejor quedándose allí, pues había en el país un rey que solicitaba un criado o un postillón, y lo tomaría a su servicio. Objetó él que no podía presentarse así como así, a ofrecerse para ello.- De esto me encargo yo - replicó la muchacha. Se fue a palacio, y dijo al Rey que conocía a un mozo muy a propósito para criado suyo. Dispuso el Rey que se presentara y le ofreció el cargo de ayuda de cámara. El muchacho dijo que prefería ser postillón, pues donde estuviese su caballo, allí debía de estar él; y el Rey lo nombró postillón.Al saberlo Fernando Desleal, dijo a la doncella: - Conque a él le ayudas, y a mí, no, ¿eh?- Bueno - respondió la moza -, también me interesaré por ti - pensando: "Me conviene tenerlo por amigo, pues de éste no hay que fiar". Y, volviendo a ver al Rey, lo propuso para criado; y el Monarca aceptó.Cada mañana, al vestir Fernando Desleal a su señor, se lamentaba éste:- ¡Ah, si estuviese aquí mi amadísima!El criado tenía ojeriza a Fernando Leal, y en cierta ocasión en que el Rey volvió a exclamarse, le dijo:- Tenéis al postillón -, enviadle en su busca. Y si no os la trae, mandáis cortarle la cabeza.Llamó el Rey a Fernando Leal y le dijo que en tal y cual parte vivía la mujer que amaba; iría él a buscarla, y si no volvía con ella, sería castigado con la muerte.Dirigióse Fernando Leal al establo, a su caballo blanco, llorando y lamentándose:- ¡Ah, desventurado de mí! - cuando, de pronto, alguien exclamó, detrás de él:- Fernando Leal, ¿por qué lloras?Volvióse el muchacho, pero, no viendo a nadie, prosiguió con sus quejas:- ¡Mi caballito querido, tendré que abandonarte, pues debo morir!Y otra vez oyó:- Fernando Leal, ¿por qué lloras?Entonces se dio cuenta de que era el caballo el que hablaba.- ¿Eres tú, caballito mío? ¿Puedes hablar? Debo ir a tal y cual sitio, en busca de la novia del Rey. ¿Sabes tú, acaso, la manera de hacerlo?Respondióle el caballo:- Ve al Rey, y le dices que si te proporciona lo que necesitas, le traerás a su novia. Y lo que necesitas para ello es un barco lleno de carne, y otro, lleno de pan. Pues hay los gigantes del mar, que te destrozarían si no les llevases carne; y las grandes aves del cielo, que te sacarían los ojos si no les dieses pan.Ordenó el Rey que todos los matarifes del país sacrificasen reses, y todos los panaderos cociesen pan, hasta llenar los dos barcos. Cuando estuvieron cargados, dijo el caballito a Fernando Leal:- Ahora, móntame y condúceme al barco. Después, cuando se presenten los gigantes, les dices:"Quietos, quietos, mis gigantitos;de vosotros me acordéy un bocadito os echaré".Y cuando lleguen las aves, repites:"Quietas, quietas, mis avecillas;de vosotras me acordéy un bocadito os echaré".Y no te harán ningún daño; y cuando llegues al palacio, los gigantes te ayudarán. Cuando subas a él, llévate a dos o tres. Allí está la princesa dormida; pero no debes despertarla, sino que los gigantes la transportarán al barco, junto con la cama.Todo sucedió tal y como predijera el caballito blanco: Fernando Leal dio a los gigantes y a las aves lo que para ellos había traído, y los gigantes, serviciales, le transportaron a la princesa al barco, sin moverla del lecho. Cuando la princesa estuvo junto al Rey, le dijo que no podía vivir sin sus libros, que se habían quedado en el palacio. Fue llamado nuevamente Fernando Leal, siempre a instigación del Desleal, a presencia del Rey, quien le dio orden de volver al palacio en busca de los libros, advirtiéndole que, de no traerlos, perdería la cabeza. Bajó el mozo otra vez al establo llorando y dijo a su querido caballito blanco:- Tengo que emprender de nuevo el viaje. ¿Qué debo hacer?El caballo le aconsejó que cargase los barcos como la vez anterior, y todo ocurrió como entonces: los gigantes y las aves se amansaron, al quedar ahítos de carne y pan. Al llegar al palacio, díjole el caballo que entrase a buscar los libros; se hallaban sobre la mesa del dormitorio de la princesa. A poco regresó Fernando Leal con los libros; pero al estar ya en alta mar se le cayó al agua la pluma. Díjole entonces el caballo:- Ahora ya no puedo hacer nada más por ti.El mozo se acordó entonces de la flauta y se puso a tocarla; y he aquí que unos momentos después asomó el pez en la superficie con la pluma en la boca, y se la entregó. Y Fernando llevó los libros a palacio, y muy pronto se celebró la boda.Pero la Reina sentía una gran repugnancia hacia el Rey, que no tenía nariz, y un día en que se hallaban reunidos todos los nobles de la Corte, declaró que entendía el arte de juegos de manos. Sabía, por ejemplo, cortar la cabeza a una persona y volvérsela a colocar, embelleciéndola. Se ofreció a hacer la experiencia, mas ninguno quiso ser el primero. Al fin hubo de someterse a la prueba Fernando Leal, siempre víctima de la perfidia del otro Fernando. La Reina le cortó la cabeza y, acto seguido, se la colocó de nuevo, quedando el mozo completamente curado. Sólo le quedó como un hilito rojo en tomo al cuello.Dijo entonces el Rey a su esposa:- ¡Hijita! ¿Dónde aprendiste eso?- ¡Oh! - exclamó la Reina -. Entiendo mucho de este arte. ¿Quieres que lo pruebe contigo?, dijo, pensando en ponerle de nuevo la cabeza, con una hermosa nariz.- Sí - dijo el Rey. Y ella le cortó la cabeza a su vez, pero luego no encontró el modo de encajarla debidamente, con lo que el Rey murió y lo enterraron.Algún tiempo después, la Reina, que en secreto estaba prendada de Fernando Leal, se casó con él.El joven seguía montando a todas horas el caballo blanco del difunto Rey, y en cierta ocasión en que había salido con él, díjole el animal que lo llevase a otro erial que le indicaría y le diese tres veces la vuelta. Y he aquí que a la tercera el caballo blanco, incorporándose sobre las patas traseras, de repente quedó transformado en un príncipe.Este episodio llega de la mano de Podbean.com.
Monday Aug 12, 2024
Monday Aug 12, 2024
Hubo una gran guerra para la cual el Rey había reclutado muchas tropas. Pero como les pagaba muy poco, no podían vivir de ella, y tres hombres se concentraron para desertar.Dijo el uno a los otros:
-Si nos cogen, nos ahorcarán. ¿Cómo lo haremos?
Respondió el segundo:
-¿Ven aquel gran campo de trigo? Si nos ocultamos en él, nadie nos encontrará. El ejército no puede entrar allí, y mañana se marcha.
Metiéronse, pues, en el trigo; pero la tropa no se marchó, contra lo previsto, sino que continuó acampada por aquellos alrededores. Los desertores permanecieron ocultos durante dos días con sus noches; pero, al cabo, sintiéronse a punto de morir de hambre. Y si salían, su muerte era segura.
Dijéronse entonces.
-¡De qué nos ha servido desertar, si también habremos de morir aquí miserablemente!
En esto llegó, volando por los aires y escupiendo fuego, un dragón que se posó junto a ellos y les preguntó por qué se habían ocultado allí.
Respondiéronle ellos:
-Somos soldados, y hemos desertado por lo escaso de la paga. Pero si continuamos aquí, moriremos de hambre; y si salimos, nos ahorcarán.
-Si están dispuestos a servirme por espacio de siete años -dijo el dragón-, los conduciré a través del ejército de manera que no sean vistos por nadie.
-No tenemos otra alternativa. Fuerza será que aceptemos respondieron; y entonces el dragón los cogió con sus garras y, elevándolos en el aire, por encima del ejército, fue a depositarlos en el suelo, a gran distancia. Pero aquel dragón era el diablo en persona. Dioles un latiguillo y les dijo:
-Háganlo restallar, y caerá tanto dinero como pidan. Podrán vivir como grandes señores, sostener caballos e ir en coche. Pero cuando hayan pasado los siete años, serán míos.
Y, sacando un libro y abriéndolo, los obligó a firmar en él.
-De todos modos -les dijo-, antes les plantearé un acertijo, y si son capaces de descifrarlo, quedarán libres, y ya ningún poder tendré sobre ustedes.
El dragón se alejó volando, y ellos, haciendo restallar el látigo, enseguida tuvieron dinero en abundancia. Encargaron lujosos vestidos y se fueron a correr mundo. En todas partes vivían en buena paz y alegría, tenían caballos y coches, comían y bebían, pero sin hacer nunca nada malo. Pasó el tiempo rápidamente, y cuando ya los sietes años llegaban a su fin, dos de ellos empezaron a sentirse angustiados y temerosos. El tercero, en cambio, se lo tomaba a broma, diciendo:
-No teman, hermanos; yo no soy tonto y adivinaré el acertijo.
Salieron al campo y sentáronse, aquellos dos, siempre tan tristes y cariacontecidos. Llegó entonces una vieja y les preguntó el motivo de su tristeza.
-¡Bah! ¿Para qué contárselo? Tampoco podrá arreglar nada.
-¿Quién sabe? -respondió la vieja-. ¡Ea, cuéntenme su apuro!
Dijéronle entonces que habían sido criados del diablo por espacio de casi siete años, recibiendo de él dinero a chorros; mas para ello habían debido firmar que le pertenecían y se le entregarían si, transcurridos los siete años, no lograban descifrar un enigma que él les propondría.
Dijo entonces la vieja:
-Si quieren que los ayude, uno de ustedes debe irse al bosque. Llegará a un muro de rocas derruido, que tiene el aspecto de una casita. Que entre allí y hallará el remedio.
Los dos pesimistas pensaron: "Esto no nos ha de salvar", y siguieron sentados. Pero el tercero, siempre animoso, se puso en camino, bosque adentro, hasta que llegó a la choza de piedras. En su interior había una mujer más vieja que Matusalén, que era la abuela del diablo, y le preguntó de dónde venía y qué quería. Explicole el joven todo lo que le había ocurrido, y, como le fue simpático a la vieja, ésta se compadeció de él y le dijo que estaba dispuesta a ayudarlo. Apartando una gran piedra que cerraba la entrada de una bodega:
-Escóndete aquí -le ordenó-; podrás oír todo lo que hablemos; tú permaneces quieto, sin moverte ni chistar. Cuando llegue el dragón, le preguntaré por el enigma y me lo dirá todo. Fíjate tú en sus respuestas.
A las doce de la noche llegó el dragón volando y pidió la cena. La abuela puso la mesa y sirvió las viandas y bebidas, procurando satisfacerlo. Sentose ella también, y comieron y bebieron juntos. Durante la conversación, la abuela le preguntó cómo había pasado el día y cuántas almas había conquistado.
-Hoy he tenido mala pata -respondió el diablo-; pero hay tres soldados que no se me escaparán.
-¡Ah, tres soldados! -replicó la vieja-. Esos no son tontos, aún se te pueden escapar.
Pero el diablo dijo, irónico:
-Son míos. Les plantearé un acertijo que jamás serán capaces de descifrar.
-¿Y qué acertijo es? -preguntó ella.
-Te lo diré. En el Mar del Norte hay un caballo marino muerto, que será su asado; y el costillaje de una ballena será su cuchara de plata; y un viejo casco de caballo hueco será su copa de vino.
Cuando el diablo se acostó, quitó la abuela la piedra, dejando salir al soldado.
-¿Tomaste buena nota de todo?
-Sí -respondió él-. Sé lo bastante, y ya saldré de apuros.
Y marchó por la ventana y fue a reunirse con sus amigos por un camino distinto, a toda prisa. Contoles cómo el diablo había sido engañado por su abuela y cómo había oído, de sus propios labios, la solución del acertijo. Pusiéronse los tres más contentos que unas Pascuas y, haciendo restallar el látigo, acumularon tanto dinero que se les saltaba por el suelo. En el momento en que terminaban los siete años, presentose el diablo con su libro y, mostrándoles sus firmas, les dijo:
-Voy a llevarlos al infierno conmigo, donde se celebrará un banquete. Si son capaces de adivinar el asado que se les servirá, quedarán libres, y, además, podrán quedarse con el látigo.
Respondió el primer soldado:-En el Mar del Norte hay un caballo marino muerto. Éste será el asado.
Irritose el diablo y, refunfuñando, "¡jum, jum!", preguntó al segundo:
-¿Y cuál será vuestra cuchara?
-El costillaje de una ballena, ésa será nuestra cuchara de plata.
Torció el diablo el gesto y, volviendo a refunfuñar "¡jum, jum, jum!", dirigiose al tercero:
-¿Saben también cuál ha de ser vuestra copa de vino?
-Un viejo casco de caballo, ésa será nuestra copa de vino.
Al oír esto, el diablo soltó una palabrota y salió a escape, perdido todo poder sobre ellos. Los soldados se quedaron con el látigo, con el cual tuvieron el dinero a manos llenas, y vivieron felices el resto de sus días.Este episodio llega de la mano de Podbean.com.
Monday Aug 12, 2024
Monday Aug 12, 2024
Érase un hombre que tenía tres hijos y, por toda fortuna, la casa en que habitaba. A cada uno de los tres le hubiera gustado heredarla, mas el padre los quería a todos por igual y no sabía cómo arreglárselas para dejar contentos a los tres. Tampoco estaba dispuesto a vender la casa, pues había pertenecido ya a sus bisabuelos; de no ser así, la habría convertido en dinero y lo habría repartido entre los mozos. Ocurriósele, al fin, una solución y dijo a los mozos:- Salid a correr mundo y que cada cual aprenda un oficio. Cuando regreséis, la casa será para el que demuestre mayor habilidad en su arte.Aviniéronse los hijos. El mayor resolvió aprender la profesión de herrador; el segundo quiso hacerse barbero, y el último, profesor de esgrima. Luego calcularon el tiempo que tardarían en volver a su casa, y partieron, cada uno por su lado. Tuvieron la suerte de encontrar buenos maestros, y los tres salieron excelentes oficiales. El herrador llegó a herrar los caballos del Rey, y pensó: "Ya no cabe duda de que la casa será para mí". El barbero tenía entre su clientela a los más distinguidos personajes, y estaba también seguro de ser el heredero. En cuanto al profesor de esgrima, hubo de encajar más de una estocada, pero apretó los dientes y no se desanimó, pensando: "Si temo a las cuchilladas, me quedaré sin casa".Transcurrido el tiempo concertado, volvieron a reunirse los tres con su padre. Pero no sabían cómo encontrar la ocasión de mostrar sus habilidades. Mientras estaban deliberando sobre el caso, vieron una liebre que corría a campo traviesa.- ¡Mirad! - dijo el barbero -. Esta liebre nos viene al dedillo - y, tomando la bacía y el jabón, preparó bien la espuma. Cuando llegó a su altura el animal, lo enjabonó y afeitó en plena carrera, dejándole un bigotito, y todo ello sin hacerle un solo corte ni el menor daño.- Me ha gustado - dijo el padre -; y si tus hermanos no se esmeran mucho, tuya será la casa.Al poco rato llegó un señor en coche, a toda velocidad.- Padre, ahora veréis de lo que yo soy capaz - dijo el herrador, y, sin detener al caballo, que iba lanzado al galope, arrancóle las cuatro herraduras y le puso otras nuevas.- ¡Muy bien! - exclamó el padre -. Estás a la altura de tu hermano. No sé a quién de vosotros voy a dejar la casa.Dijo entonces el tercero:- Padre, esperad a que yo os muestre mis habilidades.En esto empezó a llover, y el mozo, desenvainando la espada, se puso a esgrimirla sobre su cabeza con tal agilidad que no le cayó encima ni una sola gota de agua. La lluvia fue arreciando hasta caer a cántaros; pero él menudeaba las paradas con velocidad siempre creciente, quedando tan seco como si se encontrase bajo techado.Al verlo el padre, no pudo por menos de exclamar:- Te llevas la palma; tuya es la casa.Los otros dos hermanos se conformaron con la sentencia, como se habían obligado de antemano. Pero los tres se querían tanto, que siguieron viviendo juntos en la casa, practicando cada cual su oficio; y como eran tan buenos maestros, ganaron mucho dinero. Y así vivieron unidos hasta la vejez; y cuando el primero enfermó y murió, tuvieron tanta pena los otros, que enfermaron a su vez y no tardaron en seguir al mayor a la tumba. Y como habían sido tan hábiles artífices y se habían querido tan entrañablemente, fueron enterrados juntos en una misma sepultura.Este episodio llega de la mano de Podbean.com.
Monday Aug 12, 2024
Monday Aug 12, 2024
Una pobre criada cruzaba cierto día un bosque acompañando a sus amos, y hallándose en lo más espeso, salieron de entre la maleza unos bandidos, que los asesinaron a todos menos a la muchacha, la cual, asustada, había saltado del coche para ocultarse detrás de un árbol. Cuando los bandoleros se hubieron alejado con el botín, salió ella de su escondrijo y contempló aquella enorme desgracia. Echándose a llorar amargamente, dijo: "¡Qué voy a hacer ahora, desdichada de mí! No sabré salir del bosque, en el que no vive un alma. Habré de morir de hambre". Y, por más que corrió de un lado a otro buscando un camino, no pudo hallar ninguno. Al anochecer sentóse al pie de un árbol y encomendóse a Dios, firmemente decidida a quedarse allí, pasara la que pasara.Al cabo de un rato llegó volando una palomita blanca, con una llavecita de oro en el pico. Depositándola en su mano, le dijo:- ¿Ves aquel gran árbol de allá? Tiene una cerradura; ábrela con esta llave. Dentro encontrarás comida en abundancia, y no tendrás que sufrir hambre.Dirigióse la muchacha al árbol, lo abrió y encontró dentro una escudilla llena de leche, y pan blanco en tal abundancia que no pudo comérselo todo. Una vez estuvo satisfecha, dijo: "Es la hora en que las gallinas suben a su palo. Me siento tan cansada que también yo me acostaría con gusto en mi cama".He aquí que volvió la palomita con otra llave de oro en el pico:- Abre aquel otro árbol - díjole -. Encontrarás en él una cama.Y, en efecto, al abrirlo apareció una hermosa y blanda camita. La joven rezó sus oraciones, pidiendo a Dios Nuestro Señor que la guardase durante la noche; seguidamente se metió en el lecho y se durmió. A la mañana siguiente apareció por tercera vez la palomita y le dijo:- Abre aquel árbol de allí y encontrarás vestidos - y, al hacerlo, salieron vestidos magníficos, adornados con oro y pedrería, dignos de la más encumbrada princesa. Y la muchacha vivió allí una temporada, presentándose la palomita todos los días para atender las necesidades de la muchacha.Y era de verdad una vida buena y tranquila.Pero un día le preguntó la paloma:- ¿Quieres hacer algo por mí?- Con toda mi alma - respondió la muchacha. Díjole entonces la palomita:- Te llevaré a una casa muy pequeña. Entrarás y, junto al hogar, estará sentada una vieja que te dirá: "Buenos días". Pero tú no respondas, haga lo que haga, sino que te diriges hacia la derecha, donde hay una puerta. La abres, y te encontrarás en un aposento con una mesa, sobre la cual verás un montón de anillos de todas clases. Los hay magníficos, con centelleantes piedras preciosas; pero déjalos. Busca, en cambio, uno muy sencillo que ha de estar entre ellos. Cógelo y tráemelo lo más rápidamente que puedas.Encaminóse la muchacha a la casita y entró. Allí estaba la vieja, que, al verla, abriendo unos ojos como naranjas, le dijo:- Buenos días, hija mía.Pero ella no respondió y se dirigió a la puerta.- ¿Adónde vas? - exclamó la vieja, reteniéndola por la falda -. Ésta es mi casa, y nadie puede entrar sin mi permiso.Pero la muchacha no abrió la boca, y soltándose de una sacudida, entró en la habitación. Sobre la mesa había una gran cantidad de sortijas que brillaban y refulgían como estrellas. Esparciólas todas buscando la sencilla; mas no aparecía por ninguna parte. Mientras estaba así ocupada, vio que la vieja se escabullía con una jaula que encerraba un pájaro. Corriendo a ella, quitóle de la mano la jaula. El pájaro tenía en el pico el anillo que buscaba. Apoderóse de él y se apresuró a salir de la casa, pensando que acudiría la palomita a buscar la sortija: pero no fue así. Apoyóse entonces en un árbol, dispuesta a aguardar la llegada de la paloma, y, mientras estaba de tal guisa, parecióle como si el árbol se volviera blando y flexible, y bajara las ramas. Y, de pronto, las ramas le rodearon el cuerpo y se transformaron en dos brazos, y, al volverse ella, vio que el árbol era un apuesto doncel que, abrazándola y besándola, le dijo:- Me has redimido y librado del poder de la vieja, que es una malvada bruja. Me había transformado en árbol, y todos los días me convertía por dos horas en una paloma blanca, sin que pudiese yo recobrar la figura humana mientras ella estuviese en posesión del anillo.Quedaron desencantados al mismo tiempo sus criados y caballos, todos ellos transformados también en árboles, y todos juntos se marcharon a su reino, pues se trataba del hijo de un rey. Allí se casaron la muchacha y el príncipe, y vivieron felices.Este episodio llega de la mano de Podbean.com.
Monday Aug 12, 2024
Monday Aug 12, 2024
Érase una vez un cazador que se fue al bosque para dirigirse a su paranza. Marchaba con el corazón alegre y lozano, y avanzaba silbando canciones cuando se le apareció una fea viejecita, que le dijo:- Buenos días, querido cazador. Tú pareces alegre y satisfecho, y yo, en cambio, sufro hambre y sed. Dame una limosnita.Compadecióse el cazador de la pobre abuela, metió mano en el bolsillo y le dio lo que le permitían sus medios. Al disponerse a seguir su camino, detúvolo la vieja, diciéndole:- Atiende, cazador, a lo que voy a decirte. En vista de tu buen corazón, quiero hacerte un regalo. Sigue adelante, y dentro de un rato llegarás a un árbol, en cuya copa hay nueve pájaros, que sostienen y zarandean un manto con las garras. Apúntales con la escopeta y dispara. Soltarán el manto, y, además, caerá muerto uno de ellos. Llévate el manto, que está encantado. En cuanto te lo cuelgues de los hombros, no tienes más que pedir que te transporte al lugar que desees, y estarás en él en un abrir y cerrar de ojos. Al pájaro muerto le sacas el corazón y te lo tragas, y desde entonces, cada mañana, al levantarte, encontrarás una moneda de oro debajo de la almohada.El cazador dio las gracias a la vieja, pensando: "Bonitas cosas me ha prometido. ¡Con tal que sean verdad!". Pero he aquí que apenas había avanzado un centenar de pasos, oyó sobre su cabeza un griterío y un piar de pájaros entre las ramas, tan fuerte, que le hizo levantar la cabeza. Y entonces vio una bandada de aves que la emprendían a picotazos y con las garras contra una tela, peleándose como si se disputasen su posesión.- ¡Es extraño! - exclamó el cazador -. Exactamente como me dijo la viejecita -. Se descolgó la escopeta y disparó en medio del grupo, produciéndose un gran revuelo de plumas. Los animales emprendieron el vuelo con gran griterío, menos uno, que cayó muerto, y, con él, se desprendió el manto. El cazador hizo entonces lo que le indicara la vieja. Abrió el ave, sacóle el corazón y se lo tragó. Y llevóse también el manto.A la mañana siguiente, al despertarse, acordándose de la promesa quiso comprobar su veracidad. Y he aquí que, al levantar la almohada, allí estaba, reluciente, la moneda de oro. Y, así, cada mañana encontró una al levantarse. Recogió, pues, un buen montón de dinero, y, al fin, se preguntó: "¿De qué me servirá todo este oro, si me quedo en casa? Me marcharé a correr mundo".Despidióse de sus padres, se colgó del hombro el morral y la escopeta y se puso en camino. Un día, atravesando un espeso bosque, vio alzarse, en la llanura que seguía al bosque, un majestuoso palacio. En una de las ventanas había una vieja y una hermosísima doncella, que miraba abajo. La vieja era una hechicera y dijo a la muchacha:- Ahí sale del bosque un individuo que lleva en el cuerpo un maravilloso tesoro. Tenemos que quitárselo, hijita. Mejor estará en nuestro poder que en el suyo. Se ha tragado el corazón de un pájaro, gracias al cual todas las mañanas encuentra una moneda de oro bajo la almohada.Instruyóla seguidamente acerca de cómo debía proceder y, en tono de amenaza y con mirada de enojo, le dijo:- ¡Si no me obedeces, te va a pesar!Al acercarse el cazador y ver a la doncella, dijo para sí: "He caminado mucho; lo mejor será descansar en este magnífico palacio. Dinero no me falta". Pero el verdadero motivo de su resolución era que se sentía atraído por aquella bellísima muchacha.Llamó a la puerta, y fue recibido amablemente y atendido con toda cortesía. Al cabo de poco estaba tan perdidamente enamorado de la muchacha que no podía pensar sino en ella, ni ver sino por sus ojos; y, así, hacía cuanto ella le exigía. Dijo entonces la vieja:- Es el momento de apoderarse del corazón del pájaro. Él no se dará cuenta de que ya no lo tiene.Preparó un brebaje y, una vez estuvo listo, lo vertió en una copa y lo entregó a la muchacha para que lo hiciese beber al cazador. Díjole la doncella:- ¡Anda, querido, brinda por mí!Levantó él la copa, y, tan pronto como hubo bebido, el corazón del ave saltó fuera de su cuerpo.La muchacha hubo de llevárselo en secreto y tragárselo a su vez, pues la vieja así lo quiso. A partir de entonces, él ya no encontró más dinero bajo la almohada. En cambio, aparecía debajo de la de ella, y la vieja lo recogía cada mañana. Pero el mozo seguía tan enamorado y ciego, que sólo pensaba en estar al lado de la muchacha.Dijo luego la bruja:- Ahora ya tenemos el corazón del pájaro; pero hemos de quitarle el manto prodigioso.Contestó la doncella:- No está bien. Basta con que haya perdido su riqueza.Pero la vieja dijo, muy enojada:- Un manto así es algo milagroso que raramente se encuentra en el mundo. Lo quiero para mí, y no hay más que hablar.Y dio sus instrucciones a la muchacha, amenazándole con que, si no le obedecía, lo pasaría mal. La doncella no tuvo más remedio que someterse a los mandatos de la bruja, y, asomándose a la ventana, púsose a contemplar el vasto panorama con semblante triste.Preguntóle el cazador:- ¿Por qué estás tan afligida?- ¡Ay, tesoro mío! - respondió ella -. Allá enfrente está la montaña de los granates, llena de las más ricas piedras preciosas, pero, ¡cualquiera las alcanza! Sólo las aves voladoras pueden llegar allí, pero no los hombres.- Si no tienes más pena que ésa - dijo el cazador -, pronto te la quitaré del corazón.Y, cogiéndola bajo su manto, pidió ser trasladado a la montaña de los granates. En un instante se encontraron en ella. Brillaban las preciosas piedras por doquier, y era una gloria contemplarlas. Recogieron las más hermosas y refulgentes. Pero la vieja, con sus artes diabólicas, había hecho que el cazador sintiera una gran pesadez en los ojos, por lo cual dijo a la muchacha:- Sentémonos un poco a descansar. Estoy tan rendido, que apenas si las piernas me sostienen.Sentáronse, apoyó él la cabeza en el regazo de la doncella y muy pronto se quedó dormido. Quitóle entonces ella el manto de los hombros, se lo puso sobre los propios, y, recogiendo todas las piedras preciosas, pidió ser transportada a su casa.Al despertarse el cazador, vio que su amada lo había engañado, abandonándolo en aquella salvaje montaña.- ¡Ay! - exclamó -, ¡cuánta falsía hay en el mundo! - y sumido en inquietud y tristeza, empezó a considerar su difícil situación. La montaña pertenecía a unos gigantes, salvajes y monstruosos, que vivían en ella haciendo de las suyas, y no había transcurrido mucho tiempo cuando vio que se le acercaban tres hombrotes de aquéllos. Tumbóse en el suelo, fingiendo dormir profundamente.Al llegar los gigantes, diole el primero con el pie diciendo:- ¿Qué bicho es éste que yace aquí?Dijo el segundo:- Aplástalo con el pie.Intervino el tercero, despectivo:- ¡No vale la pena! Dejadlo que viva. Aquí no puede seguir, y si sube hasta la cumbre, se lo llevarán las nubes.Y, dicho esto, prosiguieron su camino. Pero el cazador había oído sus palabras y, no bien se hubieron alejado, levantóse y trepó hasta la cima. Poco después de estar sentado en ella pasó flotando una nube y, cogiéndolo en su seno, después de transportarlo por los aires, lo dejó caer sobre un gran huerto rodeado de murallas, y el mozo se encontró en el suelo, sin sufrir daño, entre coles y otras hortalizas.- Si al menos tuviese algo de comer. Estoy hambriento, y esto se pondrá cada vez peor. Pero aquí no hay ni una triste pera, ni manzana, ni fruta de ninguna clase. Todo son coles.Al fin, pensó: "En último extremo, puedo comer lechuga. No es muy apetitosa, pero siempre me refrescará algo". Buscó una buena lechuga y empezó a comerse las hojas blancas. Apenas había engullido un par de bocados experimentó una sensación rarísima, como si cambiara de cuerpo. Creciéronle cuatro patas, una gran cabezota y dos largas orejas, y vio, con espanto, que se había transformado en asno. Pero como, a pesar de ello, el hambre arreciaba, y la jugosa ensalada se avenía con su nueva naturaleza, siguió comiendo con avidez. Llegó, finalmente, a otra variedad de lechuga, y no bien la hubo probado se produjo en él una nueva transformación y recobró su primitiva forma humana.Tumbóse entonces en el suelo y se durmió, pues estaba cansado. Al despertarse, a la mañana siguiente, arrancó una cabeza de la lechuga perniciosa y otra de la buena, pensando: "Me ayudará a llegar junto a los míos y a castigar la deslealtad". Guardóse las hortalizas, saltó el muro del huerto y se encaminó hacia el palacio de su amada. A los dos o tres días de marcha llegó a él. Después de ennegrecerse el rostro de modo que ni su propia madre lo hubiera reconocido, entró en el edificio y pidió albergue:- Estoy cansadísimo - dijo -. Hoy no puedo dar ni un paso más.Preguntóle la bruja:- ¿Quién sois y en qué os ocupáis?- Soy mensajero del Rey - respondió él -, el cual me envió en busca de la lechuga más sabrosa que crece bajo el sol. Tuve la fortuna de encontrarla y la llevo conmigo; pero el sol es tan ardoroso que la planta está a punto de marchitarse, y no sé si podré llegar con ella hasta palacio.Al oír la vieja lo de la preciosa ensalada, entráronle ganas de comerla y dijo:- Buen campesino, dejadme probar esa lechuga maravillosa. - ¿Por qué no? - respondió él. Traigo dos. Os daré una - y, abriendo su morral, sacó la mala y se la entregó. La bruja no sospechó nada, y como la boca se le hiciera agua con el afán de comerse aquel nuevo manjar, fuese directamente a la cocina a prepararlo. Cuando ya lo tuvo a punto, no pudiendo esperar la hora de la comida, cogió unas hojas y se las metió en la boca. Apenas las hubo tragado perdió su figura humana y, transformada en burra, echó a correr al patio. En éstas entró la criada en la cocina, y al ver la ensalada aliñada y a punto de servir, cediendo a su antigua costumbre de probar todos los platos, comióse también unas hojas mientras la llevaba a la mesa. Inmediatamente actuó la virtud milagrosa de la verdura. La moza se transformó, a su vez, en borrica y corrió a reunirse con la vieja, tirando al suelo la fuente que contenía la lechuga.Mientras tanto, el supuesto mensajero permanecía junto a la bella muchacha, la cual, viendo que no llegaba la ensalada y sintiendo unos deseos irresistibles de probarla, dijo:- ¡No sé qué pasa con esta lechuga!Y el cazador, pensando: "Seguramente ha hecho ya su efecto", le dijo:- Voy a la cocina a informarme.Al llegar abajo vio las dos borricas que corrían por el patio, y la ensalada, en el suelo. "Muy bien - se dijo -; esas dos ya tienen lo suyo". Recogió el resto de la lechuga, la puso en la fuente y fue a servirla a la muchacha.- Yo mismo te traigo este delicioso manjar - le dijo -, para que no tengas que esperarte.Comió ella entonces, y al momento, igual que las otras, perdiendo la figura humana, corrió al patio transformada en burra.El cazador, después de lavarse el rostro para que las transformadas mujeres pudieran reconocerlo, bajó al patio y les dijo:- Ahora recibiréis el premio que se merece vuestra perfidia -, y ató a las tres de una soga y se las llevó a un molino.Llamó a una ventana, y el molinero se asomó para preguntarle qué deseaba.- Llevo aquí tres bestias muy reacias - dijo él -. No puedo seguir guardándolas. Si queréis cuidar de ellas y tratarlas como yo os diga, os pagaré lo que me pidáis.- ¿Por qué no? - respondióle el molinero -. Pero, ¿cómo debo tratarlas?Díjole entonces el cazador que a la burra vieja - que era la bruja - le diese una vez de comer y tres palos cada día; a la mediana, la criada, tres veces de comer y una de palos, y a la menor, la doncella, tres veces de comer y ninguna de palos, pues no tuvo valor para hacer que maltratasen a la muchacha. Luego regresó al palacio, donde encontró cuanto necesitaba.A los pocos días presentóse el molinero para comunicarle que la burra vieja, que no había recibido más que palos y sólo un pienso al día, había muerto. - Las otras dos - prosiguió el hombre - viven y reciben tres piensos diarios; mas parecen tan tristes, que no creo duren mucho tiempo.Compadecióse el cazador y, sintiendo que se le había pasado el enojo, dijo al molinero que las devolviese. Cuando llegaron, les dio de comer lechuga de la buena, y en el acto recuperaron su forma humana. La hermosa muchacha se hincó de rodillas ante él y le dijo:- ¡Ay, amadísimo mío, perdóname el mal que te hice, obligada por mi madre! Fue contra mi voluntad, pues te quiero de todo corazón. Tu manto prodigioso está colgado en un armario, y, en cuanto al corazón de pájaro, voy a tomarme enseguida un vomitivo.Pero él le contestó:- Guárdalo, pues lo mismo da que lo posea uno que otro, ya que pienso tomarte por esposa.Y celebróse la boda, y vivieron felices hasta la hora de su muerte.Este episodio llega de la mano de Podbean.com.